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Enredados entre las sabanas, con las respiraciones agitadas, acompañados de la oscuridad y abrazados el uno al otro, estaban Draco y Hermione.

Las manos de él sobre su cuerpo se sentían electrizantes, cada roce, por mínimo que fuera, inyectaban una inmensa necesidad de repetir tan inmensa muestra de amor, y aunque ambos lo anhelaran, sabían que habían cosas mucho más importantes, que cumplir con sus necesidades.

Draco la tenía abrazada por la espalda, la atrajo más hacia su pecho y le dio un beso rápido en la mejilla, luego la soltó y justo antes de que se levantara, la castaña lo tomó de la mano.

— No quiero que termine esto.

— ¿Qué? — le dio una mirada confundida.

¿Qué no quería terminar?, ellos estaban juntos, jamás se iban a separar.

— Este momento, no quiero que termine— un sentimiento mezclado de tristeza y anhelo invadió su mirada.

— ¿Por qué?

Ella rio sin ganas— Porque una vez que salgamos de esta habitación, vamos a regresar al mundo real Draco, cuando pongamos un pie fuera de esa puerta— señalo hacia ella— Vamos volver al horror de preocuparnos por alguien, que lo único que quiere, es vernos muertos.

Draco se acomodó de nuevo en la cama y la abrazo.

— Una vez pongamos un pie fuera, lo último que tendremos de los dos es esto Draco. ¿Qué pasa si al salir de aquí, los buenos recuerdos se acaban?

El sonrió y Hermione no supo si era una sonrisa, colmada de tristeza o una llena de la seguridad que el Slytherin siempre llevaba, una que le aseguraba que nada malo iba a suceder y que sin importar que pasara cuando dejaran la sala de prefectos, las cosas saldrían bien, y la guerra se olvidaría tan rápido como una pesadilla.

— Sabes que aunque estemos en la peor de las circunstancias, de alguna forma vas a lograr convencer al resto de ver una salida, ratona; si tú puedes hacer eso, yo puedo mantener vivos todos los buenos momentos que ahí entre los dos, todas las veces que quieras.

La castaña tomo una fuerte respiración, y luego exhalo lento.

Él tenía razón, tenía que mantener la esperanza, además, ella más que nadie sabía que al termina la guerra, la familia Malfoy sería mucho más que Draco y Narcissa.

Luego de esa pequeña charla, Draco se retiró al baño y Hermione se vistió y comenzó a arreglar el desastre que había hecho en la habitación del chico.

Cuando todo estuvo listo los dos chicos bajaron al gran comedor, la hora del desayuno pronto terminaría.

Hermione no había tocado casi su desayuno, se sentía mal, desde que había despertado tenía náuseas y poco se le apetecía desayunar, el olor a tantos alimentos juntos le producía asco y aumentaba su malestar, ¡nada en esa maldita mesa se veía comestible!, le echó un vistazo a su plato y sin muchas ganas de alimentarse se obligó a comer un trozo de pan con queso.

Draco no había si quiera terminado su plato, cuando vio entrar al lugar a Umbridge, quien venía más que enojada, la bruja se detuvo a la mitad del corredor que se extendía en el lugar y con un conjuro amplificador hablo.

— Ayer, a medio día, dos estudiantes de Hogwarts, intentaron asesinarme...— el comedor se silencio.

Aquella última palabra enojo a Pansy y Draco, asesinarla era poco para lo que le querían hacer.

De Amortentia y Otros MalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora