Catalina Hobbes II

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Catalina muy preocupa por Maltus y el corte que tiene en su abdomen, el cual se había infectado al no tener cuidado alguno y palparlo reiteradas veces, ella tan solo en su mente con una gran niebla que tapaba todas las ideas que podría tener para solucionar su situación. Al ya disiparse la neblina solo atinó a pensar una idea, salir a buscar medicinas, salir por primera vez en su vida del hangar, salir y exponerse a toda la radiación que desprendió la guerra. Se la comentaría a Maltus, quien estaba a su lado, y él la rechazaría sin algún momento de pensarlo y minimizando su infección, la cual a simple vista ya se podía denotar la urgencia de medicamentos. Se pararía y se dirigiría hacia la máscara antigás, la cual agarraría y tendría en sus manos un momento en el que reconsideraría salir o no mientras que no escuchaba los gritos de Maltus que profesaban el final trágico al que podría conllevar que ella salga del hangar. Se pondría la máscara y Maltus, que se había tenido que arrastrar por el suelo al ya no poder ni caminar para alcanzar a Catalina, le agarraría la pierna tratando de retenerla en el hangar. Jalaría su pierna zafándose de las manos de Maltus para después cargarlo haciendo un esfuerzo exorbitante al cargar a alguien con más de veinticinco kilogramos más que ella, y después depositarlo en su cama de paja, en la cual habían tenido varias veces sexo, mientras; ella lo recostaría y arroparía mientras que él le susurraba "No salgas". Al dejarlo en la cama iría a la salida y subiría las escaleras pensando en cada momento que vivió con Maltus, en el amor que tal vez no se hubiera producido entre sí y Maltus si el mundo no estuviera así, en todo lo que le enseñó Maltus cada día de cada asignatura con cada libro que leyeron juntos o con cada clase que le dictó. Ya el último peldaño se pondría la máscara y con algo de miedo a lo que vería tras esa puerta; al abrirla, la luz solar deslumbraría sobre ella dejando ver una tienda pequeña al frente del hangar con su nombre escrito en un letrero sobre esta "Bodega cockrackman, tu amigo y vecino", un coche muy reluciente que pasaba por el asfalto, una señor de mediana edad que se dirigía a la tienda. Catalina con la mente en blanco, se dejaría caer sobre sus rodillas, su temperatura corporal solo bajaba, escuchaba los gritos de Maltus aquejándose por no poder subir pero sin querer oírlos, solo atinó a sollozar por las lágrimas que no quería derramar.

El hangarWhere stories live. Discover now