XXVII

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—No puedo decirte que me arrepiento de haber escrito esas cartas, porque no lo hago. Aunque me costó entender el motivo real para el que debía escribirlas, lo hice. Y estoy contento de haberlo hecho aunque tardase tanto. Soy un poco lento, como puedes notar.

Ella se limitó a sonreír.

—De lo que sí me arrepiento —dijo, y esta vez procuró buscar su mirada— es de haberte causado daño con ellas. Lamento haberlo ocultado, y lamento muchísimo que te dieras cuenta de esa manera. Debí contarte. Debí tener la suficiente confianza como para hablarte de todo el rollo en mi cabeza. Es algo que prometo cambiar.

Por la mirada de Adelaida, Carter supo que ella acababa de entender a qué iba él con sus palabras.

—No es a mí a quien tienes que...

—Por favor —la interrumpió—, déjame decirte lo que tengo guardado.

Ella suspiró, pero lo instó a continuar.

—Créeme cuando te digo que todo este tiempo he estado intentando dejar a Isa atrás, dejarla ir. Sólo que no sabía que me estaba equivocando en la manera de hacerlo. No lo sabía, y lamento mucho que tuviésemos que llegar hasta donde llegamos para que yo lo notara —continuó—. El día que discutimos por la última carta que viste..., esa no la escribí yo. Fue un encargo de Isa, y su madre me la dio sólo hasta ahora.

—Carter...

—Yo te quiero, Adelaida —se atrevió a decir, sin miedo—. De verdad lo hago. Llegaste a mi vida y me vi envuelto en tu sonrisa, en tu manera de ser... y en lo que me hacías sentir —al verla sonreír, supo que podía continuar—. Mi error fue entrar a tu vida mientras no salía de mi vida anterior. Pero te juro por Dios que no sabía lo que estaba haciendo, ni el daño que te ocasionaba algo así.

Ella elevó su mano al rostro de Carter, con suavidad, y él se inclinó un poco, dejando que su mano lo acariciara.

—Me costó entender que no estaba avanzando —dijo. Su voz era apenas un susurro—, pero ya lo comprendí, y si me lo permites, estoy dispuesto a demostrártelo.

—No es a mí a quien debes demostrarle nada, sino a ti mismo.

—Ya comencé —se apresuró a decirle—. Durante estos días, he estado pensando en todo lo que debí hacer y lo que no. Y te prometo que si me das la oportunidad, te lo voy a demostrar.

Ella se acercó a él, y una nueva sonrisa se dibujó en su rostro. El corazón se le aceleró.

—No quiero perderte —le dijo—. No quiero perder a la única persona que ha logrado meterse en mi corazón, cuando yo creía que ya nunca nadie sería capaz de hacer algo así. ¿Me perdonas?

Ella no dijo nada. Tan sólo se limitó a acercarse más a él, y dejar su rostro a sólo milímetros del suyo.

Y él comprendió que lo estaba poniendo a prueba, y que era su momento de dar el paso.

Así que lo hizo.

Desapareció la poca distancia que los separaba, y unió sus labios con los de ella. Y volvió a sentir que vivía, y que el mundo lo abrazaba una vez más, y que esta vez, la vida le hacia una promesa cargada de felicidad.

—No te atrevas a romperme el corazón —le dijo Adelaida, entre beso y beso.

—Jamás.

Y supo que era cierto. Había recorrido un lento, largo y doloroso camino hasta llegar a ella, hasta ser capaz de dejarla entrar en su vida, y no estaba dispuesto a arruinar aquello, ni a permitir que nada lo hiciera.

Promesas (Déjame amarte #2) ©Where stories live. Discover now