Capítulo 17

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-Eres el único en que confío con esto, ¿sabes? Me vendría bien un amigo en este momento.

Me regaló una sonrisa, y dejando de lado la sorpresa que le había producido el encontrarme en la puerta de su casa, me invitó a pasar. Me senté en su cama luego de subir las escaleras, y él me acompaño, sin dejar el más mínimo espacio entre ambos.

Había llegado a su casa luego de fumar hasta el último cigarrillo que vivía en mi paquete, y luego de caminar, con la capucha puesta y la mirada baja, unas eternas manzanas en las cuales lo único que hice fue revolvarme en mi propia miseria.

Y él me recibió en su hogar así de deshecha como estaba. Así de rota.

Su habitación seguía igual que antes. Las paredes azules, y el equipo de música, y sus guitarras favoritas, y su desorden, y los muchos, muchos rescuerdos que albergaban estas cuatro paredes. Me partía el alma. Incluso más de lo que ya de por sí estaba.

-Siempre imaginé como sería ese momento, ¿sabes? Tal vez nunca te lo comenté, pero pensaba muchísimo cómo sería él, y cómo sería encontrarlo. Tenía planeado en mí cabeza qué le diría si la vida lo ponía en mi camino, palabra por palabra. Había practicado ese discurso mil y un veces. Pero hoy... Hoy no pude hacer más que pedirle que se vaya. No podía verlo a los ojos, y no podía oír sus palabras. Tampoco quería hacerlo.

Me era muy fácil hablar con Luke acerca de lo que sentía con respecto a mi padre. Siempre había sido así, él me escuchaba llorar, y quejarme, y llorar, y reprocharle a la vida, y llorar, y me dejaba descargarme sin decir una palabra que me interrumpa. Luego, sacaba sus conclusiones, y me ayudaba. El apoyo que me daba fue casi esencial para mí en momentos horribles, y ahora, que volvía a necesitarlo en verdad, aún estaba allí para mí, con los brazos abiertos.

Le hablé con una voz ahogada que él conocía bastante bien: era la voz que me salía cuando dentro mío no había nada más que dolor.

-No lo necesito, ni necesito los sentimientos que trajo de vuelta a mí.

Hice una pausa, y lo observé por un segundo, luego de tener la mirada gacha todo el relato. Él sabía perfectamente a qué me refería, y pude notar que le aterraba el sólo pensarlo. Al igual que a mí.

-Lo siento de vuelta dentro mío, ¿sabes? Ese monstruo. ¿Recuerdas cuando te dije que no podría soportar ese tipo de sufrimiento otra vez? No puedo hacerlo, Luke. No puedo volver a sentirme así.

Tomó mi mano en el instante en que mi voz se quebró. Sabía de qué estaba hablando, y sabía lo que había llegado a hacer para evitar sentirme así. Y sabía que era capaz de repetirlo.

Apoyé mi cabeza sobre su hombro, cosa que también era muy habitual en nosotros en situaciones así. Pasó su brazo por mi espalda, y me acercó más a él.

Podía escuchar su corazón acelerado mientras yo intentaba encontrar las palabras para expresar cómo me sentía. El llanto era cada vez más incontrolable. Las lágrimas caían una tras otra, con el descaro de ni siquiera consultarme si yo quería que salieran.

-Shh, shh... No llores -susurró- No te sentirás así por siempre, lo prometo.

Hay una canción de Nirvana, Frances Farmer will have her Revenge on Seattle, en la que Kurt canta "I miss the comfort in being sad", y ahora entendía a qué se refería. Estar triste era casi una forma de vida para mí. Estaba tan acostumbrada a estar triste, que ya me resultaba cómodo.

Sin embargo, situaciones como esta me superaban por completo. Estaba acostumbrada a sentirme mal, y que mi vida sea una decepción tras otra, y a vivir triste, y a llorar constantemente, pero cualquier cosa relacionada con mi padre me metía en el más profundo pozo, y se me hacía muy difícil salir.

Recuerdo la primera, y única, vez en la que intenté quitarme la vida. Recuerdo perfectamente que mi vida en ese momento no era más que una triste película en blanco y negro, y recuerdo lo feo que se sentía creer que no valía nada. Yo no era más que un personaje secundario en mi propia vida, y no había cosa más desesperante que eso. Era complemente innecesaria, o por lo menos así me sentía. Lo que sentía en ese momento era prácticamente lo mismo que estaba sintiendo ahora.

-No quiero volver a sentirme inútil, y despreciada, y sola. No podría soportarlo. No quiero volver a sentirme culpable de todo lo malo que le pasó a mi familia, aunque probablemente lo soy... No quiero seguir así. No puedo seguir. Ese hombre revolvió demasiados sentimientos dentro mío, y trajo de vuelta cosas que no necesitaba.

-No estás sola -dijo, otra vez en un tono de voz muy bajo. Yo aún apoyada sobre su hombro, él aún abrazándome.

-Si, Luke. Estoy sola. Nunca he estado más sola que ahora. Mi vida es un jodido desastre, y todo esto sólo me hace sentir mil veces peor.

-No, Ashley. Me tienes a mí, siempre me tendrás a mí.

Negué con la cabeza, sabiendo que sólo lo decía para consolarme. Sin embargo, al sentir el movimiento de mi cabeza sobre su hombro, me ayudó a reincorporarme, y buscó mi mirada.

-No tienes idea de cuánto significas para mí, Williams -dijo, sonriente por alguna extraña razón- Y no importa cuánto lo intentes, no podrás deshacerte de mí. Nunca.

Hizo una pausa, y me dejó absorber todo lo que acababa de decir. Mordí mi labio, tentada de decirle que mis ganas de mantenerme distante de él eran cada vez más inexistentes. Lo necesitaba.

-Y sé que no harás nada estúpido porque me tienes a mí, y tienes una familia hermosa que te ama, y tienes a los chicos, y tienes al idiota de Dylan...

-¡No es un idiota! -exclamé, y por primera vez esa noche, una sonrisa apareció en mi rostro.

-Sí, lo es, y lo sabes -replicó, también riendo.

-Cállate, Hemmings.

-Oblígame, Williams.

Clavó su mirada en mis ojos en ese instante, y por un segundo pensé en callarlo con un beso. Pero, claramente, no era un buen momento. No sólo no era apropiado, sino que si me dejaba llevar por lo que sentía en ese momento, las cosas podrían terminar mal. Y yo simplemente aumularía más confusión en mí.

-Hagamos esto, -dijo luego de un rato de silencio- yo voy a ir a ordenar una pizza, y tú te quedarás a cenar, y veremos esa película horrible que tanto te gusta, y vamos a comprar helado, y vamos a fingir que todo está bien por un rato.

Me sonrió expectante, y yo le devolví la sonrisa, y por un segundo, como él quería, todo estuvo bien.

-¿Sí? -cuestionó.

-Claro.

-Ok, enseguida vuelvo -entonces, salió por la puerta y directo al piso de abajo, haciendo ruido en la escalera.

Y yo me encontré sola en su cuarto, el cual no había cambiado en absoluto.

Me acerqué a su escritorio, y me senté sobre lo que, en mi humilde opinión, era la silla más cómoda del mundo. Encendí su PC, y luego la apagué, y me quedé sin cosas con qué distraerme justo en el momento en que me encontré con su libro de anotaciones.

En él había escrito la mayoría de las canciones que ahora lo habían llevado a él y a los chicos al centro de la escena, bajo todos los reflectores. Y cómo solía hacer, lo abrí y comencé a revisarlo. Me encontré con los versos preliminares y originales de las canciones que ahora todo el mundo conocía de memoria, y con los muchos mensajes y dibujos tontos que solía dejarle escondidos entre los renglones y las páginas. Y no había forma de que el corazón me doliera más en ese momento.

En medio de mi revisión, y cuando estaba a punto de cerrarlo porque los recuerdos se estaban volviendo simplemente insoportables, me encontré con algo que atrajo mi atención por demás.

"Amnesia" decía el primer renglón de la página. En los renglones siguientes, los versos de la canción, ideas tachadas y reescritas, acordes sueltos por todos lados.

Lo que más me sorprendió, sin embargo, es que junto a la canción, del otro lado de la misma hoja y sujeta con un clip, había una foto nuestra. Una foto retratando lo felices que fuimos en nuestros momentos de gloria.

No había forma alguna de describir cuánto lloraba mi alma en ese momento.

Trust || l.h.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora