Capítulo 13 - "Mi dulce niña de cabello dorado." (Flashback)

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A la pequeña Betty le encantaba pasar tiempo sentada en el pequeño sofá que había justo en la ventana de su habitación, pues la iluminación de esta alumbraba todo ese ambiente.
Tomar un libro y pasar horas leyendo allí sentada, acostada, en cualquier posición.

Un día igual a esos, con sol en el que el brillo de él entraba por toda la casa de los Cooper; tenía cinco años y sí, ya sabía leer y era algo qué le apasionaba. La pequeña niña se encontraba sentada en el mismo lugar leyendo un libro de Edgard Alan Poe.

Era un día tranquilo, su hermana Polly había salido con sus amigas, su madre hacía el almuerzo y su padre estaba en el trabajo, aunque ni Alice o Betty sabían que ese día su padre, Hal,  llegaría más temprano de lo común…

—¡¿Podrías explicarme que rayos estabas haciendo?!— Hal azotó la puerta haciendo un gran estruendor en toda la casa, llegando así, a los oídos de la pequeña Elizabeth. La cuál soltó su libro que cayó al suelo y salió corriendo para averiguar que sucedía,  cuando notó a su padre acercándose con furia hacia la cocina directo a su madre, trató de pasar desapercibida subiendo con cuidado algunos escalones más arriba, lo suficiente cómo para seguir escuchando de qué hablaban.

—Hal… tranquilízate. No sé a qué te refieres.— Alice, con nervios soltó el cuchillo qué estaba usando para cortar unos tomates para el almuerzo de su hija.

—¡¿Qué hacías con el imbécil de Forsythe de nuevo?!— se acercó más. Alice se había recargado en la mesada de detrás de la mesa de cocinar, ella le temía.

—Y-yo no entiendo de qué hablas Harold.— Hal la tomó de la muñeca y la agitó haciendo qué Alice se moviera contra su voluntad y allí comenzó a apretar esta misma, él sabía qué mentía y qué mentía muy mal.

—¡Idiota, claro que sabes de que hablo! ¡¿Qué mierda hacías con FP?!— fue cuando Betty escuchó por primera vez su nombre, sin saber, que años después el tipo cuyo nombre era FP la criaría como si fuera su propia sangre.

—Baja la voz, Elizabeth va a oírte y se asustará.— Hal tomó consciencia y soltó la muñeca de Alice, aún así, ya tenía marcas en ella y le dolían.
—Vamos a la sala.— cuando la pequeña niña oyó los pasos de sus padres acercándose, suspiro con miedo y subió el resto de escalones y se ocultó detrás de la pared que daba al pasillo de las habitaciones.

—Vas a explicarme ahora qué hablabas con ese tipo.— exclamó Hal sentándose en el sofá.

Tiempo atrás, antes del nacimiento de la pequeña Elizabeth, Alice tuvo una aventura con el amor de su juventud, Forsythe Pendleton II, más bien conocido cómo FP. Cuando Hal se enteró del adulterio de su esposa, las cosas no acabaron muy bien, en especial para Alice, quién renunció a su verdadero amor para proteger a su hija Polly y a la bebé qué venía en camino. Cuando ella nació él exigió un ADN, el cuál por suerte para Alice dió positivo.

Sín embargo, aunque ella había dejado de ver a FP y recurrir a su casa, volvieron a tener una aventura años después del nacimiento de Betty, justo cuando ella tenía cinco años.

—Estoy…— temía tanto a la reacción de su esposo, sabía que al fín y al cabo tenía un lado oscuro que ella nunca terminó de comprender. —Estoy embarazada… de FP.—

—¡Maldita bastarda!— gritó y abofeteó a la mujer. Betty presenció ese momento, presenció cómo su propio padre denigraba, insultaba y agredía física y verbalmente a su madre. Elizabeth explotó en llanto y bajó corriendo las escaleras hasta llegar a los brazos de su madre.

—¡No la toques!— gritó tan fuerte cómo pudo en medio del llanto. Alice abrió los ojos cómo platos al ver a la pequeña niña en tal estado de pánico y miedo. Hal no hizo nada más que limitarse a ver con mal gesto a la menor, tomar sus llaves, empujar el primer mueble que vió a su alcance y luego marcharse de la casa.

—Mi pequeña, mi dulce niña de cabello dorado.— Betty se había lanzado a los brazos de su madre trás ver salir a su padre por la puerta lleno de furia. —No dejaré que te lastimen, ¿Me oíste, Elizabeth? Nadie te hará daño.— besó la frente de la niña que solo asintió ante la pregunta de su madre y se abrazaron fuertemente, las lágrimas que se derramaban de los ojos de Alice eran del enojo que sentía porqué su pequeña hija había presenciado tan horrible escena.

Así fue un día en la casa de los Cooper,  cómo una família tan normal podía ir desmoronándose poco a poco.
Las dos mujeres Cooper sentadas en el sofá de la sala, sin nadie más en la casa, llorando desconsoladamente por lo qué habían tenido que pasar.
La mejilla de Alice seguía roja y él había clavado las uñas en su muñeca al apretarla, por lo qué estaba rasguñada y vaya qué le dolía, pero más le dolía ver la tristeza de la pequeña Elizabeth qué a pesar de su estado de pánico la defendió.

Picadura de SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora