Cuatro

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ÉL DIJO ;
♡ “prometo amarte”. ♡

En casa de los Frost Arendelle se libraría una nueva batalla y la protagonista de este nuevo drama sería Anna Arendelle. Que ni con sus bellas sonrisas llenas de amor, ni las pecas esparcidas como estrellas sobre su nariz, ni su ternura, ni su paciencia pudo librarse de ser víctima de la crueldad de la vida. Le rompieron el corazón y el alma enteros y la peor parte fue que se trataba de una de las personas que más amaba. Ella supuso que el amor siempre termina lastimandote, de una o de otra forma pero nunca imaginó que dolería así.

Las manos de Anna temblaron al recibir la taza de té de menta caliente que su hermana le paso amablemente. La pelirroja murmuró un gracias inaudible apenas separando los labios con cada letra, estaba fatal; con los ojos rojos e hinchados, el rimel corrido sobre sus mejillas húmedas y la nariz roja de tanto limpiarse. En pocas palabras deshecha y rota como una hoja de otoño pisoteada. Siempre supo que amaría a Hans con su vida entera desde el primer momento en que lo vio y el mundo se detuvo cuando sus ojos esmeralda cincelados de jengibre la miraron. El camino a su corazón había sido liviano con baches sutiles como en su matrimonio. Por ello, ella nunca pensó que Hans le haría algo como esto. No a ella que era la madre de sus hijos, quien le entregó su vida y su corazón sin importar nada más. No su esposa.

Elsa se acomodó en el sofá frente a ella, limpiando discretamente una lágrima que rodó por su mejilla, a su lado Merida miró a Anna con tristeza profunda volviendo sus ojos turquesas más oscuros. La pelirroja se sintió exhibida, frágil como porcelana y desprotegida como una niña sin hogar, bajo la mirada observando la infusión de hierbas como si eso pudiese calmarla del todo. Tomó un pequeño sorbo, solo para humedecer sus labios ya secos, ignorando el anterior amargo sabor de su boca. Su hermana se aclaró la garganta buscando llenar el silencio en la sala de estar.

—Anna —la llamó Elsa con suavidad y la garganta apretada en un nudo de tristeza —. ¿Cómo te sientes? ¿Estás mejor ahora?

Anna negó y apretó los ojos dejando que de ellos escurrieran dos lágrimas más. El estómago de Elsa dolió y se sintió horrible por estar viviendo en infinita felicidad cuando su hermana está sufriendo por amor.

—No.. No sé cómo voy a decirles esto a los niños, Elsa. ¿Cómo explicarles que su padre nos estuvo engañando todo este tiempo? —sollozo Anna, dejando la taza de té aún lado en la pequeña mesa de centro —. Simplemente no puedo hacerlo, se me rompería el corazón y se los rompería a ellos de paso. No tengo la fuerza para hacerlo.

Elsa se mordió el labio para evitar echarse a llorar con la imagen tan despiadada que se había creado en su mente. No podía consentir que sus hermosos sobrinos sufrieran por culpa de su propio padre. Suficiente era con las lágrimas de su hermana y el corazón y el alma repletas de pena.

—¿Cómo sabes que él te engaña, Anna? —se atrevió a cuestionar Merida con una mirada curiosa. Anna se limpio los ojos con el dorso de la mano temblorosa.

Anna lo intuyo hace años atrás, cuando desaparecía los fines de semana enteros. Sin embargo la gota que derramó el vaso fue hace apenas tres días atrás. Anna no era posesiva, ni muchos menos, nunca reviso su celular o el estado de la tarjeta de crédito, ni su pequeño despacho en casa porque ella nunca fue ese tipo de mujer que vivía obsesionada con la vida fuera de casa de su marido. No obstante las cosas caen por su propio peso y en el momento justo en que tienen que ser reveladas. Tres días atrás su contador privado le había hecho llegar —por equivocación — a su correo un estado de cuenta de la trajera de Hans. De, exactamente, diez años atrás. Anna no entendió porqué, así que llamó al hombre, él se disculpó y apenado por la equivocación le aclaró que el señor Hans había solicitado la información sin darle mayor información. No muy conforme Anna agradeció y por mera curiosidad revisó el contenido de aquel E--mail.

Elsa's Family Where stories live. Discover now