Capítulo 1.

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Dos meses atrás.

Su hermano Rollo había anunciado que llegaría esa mañana al muelle con nuevos esclavos. Habían atrapado algunos sacerdotes que no pusieron resistencia en la emboscada y los traerían para sacarles provecho.

A él le hubiera gustado ir pero su esposa, Lagertha, había estado sintiéndose mal hace varias semanas y sospechaba que iba a traer al mundo su segundo hijo.

Se había mostrado impaciente la noche anterior, era la primera vez en la que no iba a una misión y se sentía incómodo sabiendo que su hermano había tomado decisiones sin su consentimiento.

Apenas cantó el primer gallo y él ya se encontraba deslizándose fuera de las sábanas, dando una lenta caminata hasta la puerta principal.

Hacían máximo unos diez grados afuera y él con apenas unas pieles de oso al hombro, se dirigió al cercano muelle.

Se metió al agua congelada y lavó su cuerpo con paciencia, dando ojeadas al horizonte a cada momento, esperando al menos poder ver las velas de los barcos.

Kattegat permanecía tranquila en aquella mañana. Los animales de granja se oían caminar de un lado a otro, recién despertando.

Ya cuando se sintió limpio al tener su rubio cabello fuera de suciedad, salió, ahora sí, tapando su cuerpo con la gran piel de oso que había llevado.

Volvió a la gran casa que anteriormente le pertenecía al antiguo conde, el cual murió en sus manos luego de un enfrentamiento.

El silencio seguía intacto en la casa. Su hijo Bjorn de doce años aún se encontraba durmiendo y su mujer seguía acostada.

Decidió vestirse para cuando llegaran los viajeros y poder recibirlos en el gran salón con la fogata encendida mientras contaban y dividían los tesoros.

Cuando sólo le faltaba ponerse una bota, vio pasar tras el umbral a su hijo. Éste de cabello rubio y ojos soñolientos, le miró y sonrió con pereza.

-¿Qué sucede, Bjorn? -Preguntó un tanto extrañado ya que el niño no era de despertarse temprano y apenas eran las cinco de la mañana.-

-Prometiste que hoy iríamos a cazar al bosque -Le recordó, viendo como su padre se ataba las agujetas.-

-Y así será -Afirmó, parándose de su asiento.- Pero a la tarde. Tu tío Rollo llegará en cualquier momento y debemos abrir el salón para que las mujeres lleguen con comida para los viajeros y puedan calentarse -Le pasó la mano por el cabello a la vez que sonreía.- Avísale a tu madre que vendrás conmigo.

Una vez que ambos llegaron al cercano salón, se dedicaron a encender el fuego justo en el medio del lugar, en donde se encontraba una gran estufa circular rodeada por bancos largos y pieles gruesas.

Un poco más alejado de la estufa, estaban las mesas para poder comer. Pocas veces al mes todos se encontraban en ese lugar para festejar algún nacimiento o nuevo hallazgo de riquezas en tierras desconocidas.

Las mujeres comenzaron a llegar de a grupos, colocando el pan sobre la mesa y las carnes cocinadas la noche anterior, las cuales habían preparado para sus esposos aventureros.

Se hicieron las siete de la mañana y finalmente el llamado de los barcos se hizo oír.

Con una sonrisa en su rostro Ragnar acomodó la capucha de lana sobre su cabeza y caminó a la par de su hijo hacia el muelle.

Su queridísimo hermano traía el largo cabello en trenzas, seguramente se las había hecho alguna de las escuderas que les había acompañado. Su sonrisa se hacía relucir, achinando sus ojos, los cuales parecían esconderse tras las pestañas.

-¡Hay una gran variedad de tesoros, Ragnar! -Exclamó orgulloso el castaño a la vez que ponía el primer pie sobre tierra firme.-

Con rapidez, los hombres comenzaron a moverse de un lado a otro. Los ancianos, jóvenes y mujeres que se habían quedado en Kattegat se acercaron a saludar a sus seres queridos mientras ayudaban a bajar las cosas del barco.

Ragnar se apresuró a colaborar, cargando pesadas bolsas al hombro, dejándolas sobre el suelo para que los demás las lleven al salón.

-¡Quedan cinco esclavos! -Anunció una voz. Precisamente era su amigo Floki, quien caminaba con gracia hacia él con una sonrisa en el rostro.- Mi querido Ragnar, Thor estuvo de nuestro lado durante el viaje y la tormenta no nos tocó ni un pelo -Le comentó mientras le daba un apretón de hombros y luego jalaba de la larga soga que llevaba en manos.- Éstos sacerdotes son los que sobrevivieron, tres murieron en el camino -Le dio la soga al conde, quien por primera vez miró a aquellos hombres.-

Los azules ojos de Ragnar se abrieron en sorpresa al ver a aquellos tipos. Parecían haber salido de una de las historias de terror que le contaba a Bjorn antes de ir a la cama cuando era pequeño y que al niño tanto le gustaban.

Él nunca hubiera permitido que se le negara agua o un poco de pan a un esclavo al menos durante el viaje ya que tenían que mantenerse fuertes para resistir y poder ser vendidos al llegar.

Pero sabía perfectamente que su hermano no compartía sus mismos pensamientos y estaba casi seguro de que aquellas cinco personas no habían probado bocado alguno durante los tres días de navegación.

Gruñó un poco hacia Floki, quien con ojos culposos bajó la mirada, un tanto avergonzado por haber desobedecido a su conde y amigo.

-Llévalos al salón -Dijo sin más. Apenas les había visto por arriba y ni siquiera había alcanzado a ver los rostros de éstos ya que tenían bolsas en sus cabezas.-

Tras haber tenido una pequeña discusión con su hermano sobre algunas medidas que no se tuvieron en cuenta, decidió dejar la negatividad de lado e invitar a los recién llegados a pasar al salón para poder llenar sus barrigas junto a sus familias y dejarse acoger por el calor.

Ya cuando todos estaban comiendo entre risas y gritos, Lagertha apareció.

La rubia mujer de ojos azules sonrió apenas, dejando ver su felicidad al notar que ya todos estaban ahí. Tomó asiento junto a su esposo, Ragnar, quien le miró de lleno y besó su sien.

-Buenos días querida esposa -Canturreó alegre, viendo como su hijo también saludaba a la ojiazul.- ¿comerás algo? -Ofreció con una mano un poco de pan mientras que con la otra se llevaba carne a la boca.-

-No ando con apetito -Dijo, acurrucándose a su lado, dejando que el olor del alfa le cubra y así pueda sentirse protegida.-

-Bien, llegaste justo a tiempo. Estamos por repartir los tesoros -Se levantó de su asiento, tendiéndole la mano para que la sujete y así caminar juntos hacia los dos asientos que únicamente eran utilizados por los condes y sus hijos.-

Poco a poco las voces se fueron apagando y el rubio ni siquiera tuvo que decir palabra alguna para que eso suceda.

-Hagan pasar a los esclavos -Su tono de voz salió alto y sus órdenes fueron acatadas. La fila de cinco hombres fue conducida al frente, en vista de todos.-

Las bolsas fueron quitadas de los rostros y Ragnar contuvo el aire por unos segundos.

Ante él estaban cuatro betas y un omega.

Un jodido omega.

Su hermano había llevado como esclavo a un maldito omega, sabiendo que estaba contra las reglas.

Mi Alfa Vikingo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora