Capítulo 30.

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Tres semanas más tarde.

La tensión con el pueblo apenas había bajado y su hermano era el único que le había perdonado diciéndole que sabía lo que era extrañar a alguien por años, por lo cual, no se imaginaba toda una eternidad.

Sabía que se refería a aquella mujer que tanto había amado y habían asesinado durante el mandato del antiguo conde.

Le había dolido el recuerdo de su hermano hundido en el alcohol por lo cual no se negó en darle un gran abrazo.

Auslug aún parecía resentida con él y ni hablar de Lagertha, quien se había vuelto a su reino nuevamente luego de saber que su hijo había perdonado a su padre.

Aunque, para ese entonces, lo único que le interesaba era asegurarse de que sus hijos y omega se encontraran bien.

Temprano por la mañana, cuando ya Athelstan se encontraba despierto amamantando a Alfred, fueron avisados de que habían llegado mensajeros.

Con tranquilidad el rubio vikingo caminó fuera de la casa, dejando solo al omega.

El pelinegro se preguntó de parte de quién podría ser y en cuestión de segundos se puso nervioso al pensar en una guerra justo en ese momento, cuando más necesitaba a su alfa.

Se encargó de colocar a su cría en la cuna cuando le faltaba poco para dormirse y se abrigó para salir al exterior.

Con pasos apresurados alcanzó a la muchedumbre en el puerto, éstos tenían rostros serios, dándole malos presentimientos.

No fue hasta que pudo divisar la amplia sonrisa de Ragnar que dejó salir todos sus nervios.

Caminó hacia él, esquivando los fuertes cuerpos de los guerreros que se encontraban alrededor.

-¿qué sucede? -cuestionó con voz baja al colocarse frente a su hombre.-

Éste frunció el ceño y miró hacia abajo, viéndole directamente a los ojos.

-¿qué haces fuera de la casa con éste frío? -su brazo le rodeó la cintura para acercarlo a él y brindarle calor, a lo que el ojiceleste no se negó.-

-¿qué es todo ésto? -no respondió a su pregunta, notando que los barcos eran parte de la tripulación de Ecbert, pero no le veía por ninguna parte.-

-Nuestro querido amigo se va a casar en diez días y nos envía la invitación -en su mano tenía un limpio papel escrito.- o al menos eso dicen los viajeros, no sé leer en tu lengua -le pasó la carta, la cual la abrió con rapidez.-

Los ojos de Athelstan seguían la escritura con facilidad por la prolija letra del rey.

"Será un gran honor para mí tenerlos en mi celebración matrimonial. Ésta tendrá lugar en diez días en mi Palacio, espero poder verlos,
Atentamente su buen amigo; Ecbert."

Tan simple como eso. Sonrió enormemente al saber que era parte especial de la vida de aquél rey, tanto como para invitarle a su boda.

Miró contento hacia su alfa, quien al parecer le había estado viendo todo ese tiempo y ahora con mirada atenta parecía pedirle que le diga qué decía la carta para corroborar las palabras de los viajeros, quienes saludaban a las personas presentes.

-Es verdad -habló emocionado.- ¿cómo haremos para llevar a los niños? -cuestionó tras unos segundos de reflexión.-

Su pregunta iba dirigida hacia los cuatro.

Tanto como los bebés, los jóvenes deberían acompañarles ya que éstos últimos no podrían estar bajo el cargo de Auslug, quien se quedaría al mando esos días.

Mi Alfa Vikingo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora