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  —Hola, ¿cómo estás? —dije.

   —Creía que ya no venías.

   Theo rebosaba tanta energía, que reforzaba aún más la emoción que tenía por la inminente aventura.

   —No, es solo que se me ha hecho tarde.

   —Este viaje va a ser interesante —comentó.

   —¿Has montado mucho en bici por el campo?

   —Sí, mucho. Aunque no aquí, claro. Papá y yo hemos recorrido unos parques nacionales. Y también hemos montado mucho en bici por Europa.

   —Entonces, ¿tu padre y tú están muy unidos?

   Él se encogió de hombros.

   —Bueno, a veces. Quiero decir que, al fin y al cabo, él no deja de ser mi padre, ¿comprendes? Y mi tutor en la universidad. Y además me trata como un niño.

   Yo sonreí, comprensivo.

   —¡Dímelo a mí!

   —Quizá lo haga. Después esta noche.

   De pronto, Theo miró para abajo como si se sintiera incómodo. Su actitud me recordó a Jordan: el chico que me había llevado al baile de fin de los mayores justo antes de pedirme que saliera con él. Era como si estuviera tratando de reunir todo su coraje, temeroso de que yo lo rechazara.

   —Habrá toque de queda —le aseguré a Theo, aunque no sabía muy bien por qué razón lo alentaba cuando solo estaría con él unos pocos días.

   Puede que porque era lindo y parecía simpático. Y porque no había ninguna regla que prohibiera que los guías ligaran con los excursionistas. Cuando la gente pasa juntas unos días o unas pocas semanas en el bosque, es inevitable que pasen cosas.

   Él alzó la vista para mirarme a los ojos y esbozó una enorme sonrisa. Tenía los ojos azules, contrastaba con su tez color miel y su cabello castaño oscuro.

   —Podríamos salir a pasear.

   Lo había dicho si no estuviera seguro de si en realidad debía sugerirlo, afirmarlo o preguntar.

   —Me encantaría...

   —Chico de ciudad, tú vienes conmigo.

   Bueno, no sé cómo supe que esa orden era para mí. Nadie me había llamado jamás «chico de ciudad». Puede que fuera por que reconocí la voz. O puede que lo notara sencillamente por la proximidad. Traté de controlar todas las emociones que suscitaba en mí mientras me giraba lentamente hacia Derek.

   —¿Cómo me has llamado? ¿Chico de ciudad?

   —Lo eres, ¿no?

   —Sí, supongo que sí. Pero ¿por qué tengo que ir contigo?

   Él se cambió de hombro el peso de la mochila. Era el doble de grande que la mía. De haber cargado yo con ella en ese momento estaría yo doblado, pero él estaba más recto que un palo, como si no pasara nada.

   —Porque eres nuevo y tengo que comprobar cuáles son tus habilidades. Iremos primeros.

   Derek iba vestido con pantalones cortos estilo cargo y una camiseta negra. Sus ojos verdes suponían un desafío. Sí, yo era nuevo, pero no era tan estúpido como para ponerme a discutir una orden incluso antes de iniciar la marcha. Para él habría resultado muy fácil asegurar que yo era un problema y prescindir de mí. Me molestaba que él tuviera tanto poder y que estuviera dispuesto a utilizarlo. Yo tenía un problema con la figura de la autoridad, eso era evidente.

Luz de Luna - Sterek AdaptaciónWhere stories live. Discover now