⑦. т

586 62 135
                                    

Me llevo la lata de Coca-Cola al pómulo haciendo una ligera mueca de dolor por el frío concentrándose en esa parte hinchada de mi rostro. Mi ceja izquierda también está igual, y cada vez que aprieto los dientes un dolor hostigante me sacude la mandíbula.

Esa última acción la repito a cada minuto.

Cada vez que pienso en ella.

He estado en muchas peleas antes; peleas amistosas con mis amigos, peleas solo para desfogarse con el bastardo del otro lado, e incluso peleas con intenciones de ver al otro inerte. No digo que en todas esas veces yo haya ganado las peleas, pero usualmente mis puños son difíciles parar; una vez empiezo a golpear, mi mente se cierra y solo quiero seguir haciéndolo hasta que alguien me detenga.

No obstante, anoche me dejé golpear. No hice absolutamente nada para detener el arrebato de ira que tuvo Natsu después de tomar el teléfono de Lucy de mi apartamento, notar que ella lo había dejado en un mensaje de buzón y escucharlo. Había vuelto a mi habitación con una ira ascendiendo por su cuerpo, y cuando intenté detener su mal genio, empezó a arremeter contra mí por "estar defendiendo a su hermano".

Cuando el primer puño llegó a mi cara, sonreí para mis adentros al sentir el dolor porque entonces supe que eso era justo lo que necesitaba.

Durante esos minutos el dolor en mi pecho dejó de ser primordial, y el dolor de mi cuerpo me enseñaba lo que merecía. Porque la realidad es esa; merezco que me golpeen hasta quedar inconsciente por todas estas mierdas que hice y sigo haciendo en mi vida. En primer lugar, el que Juvia se haya ido dos veces de Inglaterra es mi culpa; pensé que al venir ahora cambiaría las circunstancias de hace años, pero ella no quiere que me acerque más a su vida; al venir aquí solo provoqué que mis amigos me siguieran por nada, y, por consiguiente, el que Lucy haya perdido a su bebé es mi culpa.

Cada vez que pienso que puedo hacer algo bien respecto a Juvia, termino siendo un maldito fracaso que lastima a los demás. Y merezco sufrir por ello.

—Deberías venirte con nosotros —la voz suave de Natsu a mi lado me saca de mis pensamientos—. No puedes quedarte aquí solo, no quiero que lo hagas.

Suspiro apretando los dientes una vez más.

—Deja de hacer eso.

—¿Hacer qué? —Natsu me mira con preocupación.

—Tratarme como si fuera una puta niñita, Nat —resoplo—. Me golpeaste, y yo quería que lo hicieras. Sigo vivo. Súperalo.

Él hace una mueca de arrepentimiento.

—Cada vez que veo los golpes que te dejé, siento que nunca podría perdonarme por haber perdido el control así —gruñe volviendo su vista a los edificios del frente—. Y todo por culpa de ese maldito.

—Prácticamente yo tengo la culpa de que tu mujer esté como está, Natsu —niego con la cabeza—. Me lo merecía.

—Te merecerás que te deje el otro ojo morado si sigues diciendo esa mierda —dice con una voz profunda y molesta—. Hablo enserio, Gray, no tiene nada que ver; Lucy no tuvo un aborto por haber venido aquí. Nososotros... —Su mandíbula se tensa mientras sacude la cabeza—. Siempre nos hemos cuidado con anticonceptivos, aún después de habernos casado no habíamos planeado tener hijos todavía. No teníamos ni puta idea de que ya estábamos engendrando uno, ¿cómo íbamos a establecer un cuidado si no lo sabíamos?

—¿En serio?, ¿ahora te vas a echar la culpa a ti?

—Es la verdad. Hasta hace unos días atrás hemos estado saltando, bailando, surfeando, bebiendo, fumando, comiendo de cuántas porquerías... —me mira compungido—. Ya ves a Erza; los embarazos no son tan fáciles como se cree, Gray. Hay que bajar el ritmo y cuidarse, y eso fue algo que Lucy y yo no hicimos.

One more time [Parte II] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora