Capítulo 34 | Logan

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-Logan-

El maldito gato no me ha dejado en paz desde que llegamos. Duerme donde yo duermo, me sigue a todos lados, espera a que lo acaricie en todo momento. La mamá de Hannah está asombrada. Dice que el animal no se deja tocar por nadie, que es huraño y testarudo. Sólo conmigo es diferente. Al cuarto día de haber llegado, me resigné a tenerlo cerca todo el tiempo.

Estoy en la sala de la casa, charlando con Eve, la abuela de Hannah, acariciando al jodido gato. Es veinticuatro de diciembre, y Hannah y su mamá han estado metidas en la cocina todo el día.  Intenté ayudar, pero ambas me sacaron a punta de amenazas, diciéndome que no iban a darme nada de comer si me atrevía a intentar acomedirme con algo.

—No voy a permitir que el invitado se ensucie las manos. Anda y ve a ponerte cómodo —me dijo la mamá de Hannah, empujándome fuera de la cocina.

—Acompáñame al centro comercial —dice Michael, bajando por las escaleras.

— ¿Yo? —pregunto, incrédulo.

Rueda los ojos. — ¿Quién más, estúpido?, ¡claro que tú! —dice, medio riendo.

Mascullo una palabrota en su dirección y me pongo de pie. Digo una disculpa en dirección a la abuela de Hannah. El gato negro maúlla a mis espaldas, pero ni siquiera me giro para mirarlo. No voy a llevarlo a un centro comercial.

—Dame un momento —digo, subiendo las escaleras rápidamente.

Entro a la habitación de Hannah, donde me he instalado; y tomo mi cartera. Reviso el contenido, sintiéndome un completo imbécil. Cecile casi me golpea con un sartén al enterarse que yo había pagado las compras del supermercado la última vez.

Hannah se molestó tanto, que dejó de hablarme un par de horas. No me han dejado aportar nada desde entonces y tengo una cartera llena de ahorros. Planeo comprarles algo para agradecer la hospitalidad.

Bajo casi corriendo, topándome con un Michael impaciente. — ¡Logan y yo iremos al centro comercial! —anuncia cuando estamos casi afuera.

Trepamos al auto minutos después. Michael pone una vieja canción de System of a Down. Comienza a cantar a todo pulmón y no puedo evitar reír. —No cantas una mierda, Michael —digo.

Él me muestra su dedo medio sin dejar de cantar. Llegamos al centro comercial quince minutos después.

— ¿Qué se supone que vamos a comprar? —digo, abriéndome paso entre la corriente de gente. Todo el mundo está haciendo compras de último minuto.

—Los regalos de mamá, la abuela y Hannah —dice, haciendo una mueca—. Lo dejé para el final. Soy un imbécil.

Una sonrisa se filtra en mis labios al recordar que yo solía hacer lo mismo cuando pasaba la navidad en casa, con mi familia. — ¿Sabes qué es lo que quieres comprarles? —pregunto, mirando en dirección a las atestadas tiendas.

—A la abuela y a mamá les conseguiré un par de sudaderas de lana. A Hannah… Bueno, ella es otra historia. Solemos hacernos regalos de broma y no sé qué regalarle éste año.

— ¿Regalos de broma? —mis cejas se alzan.

—Sí —dice—. El año pasado me regaló un disco de Justin Bieber sólo porque sabe que lo odio. Yo le di un par de tacones.

— ¿Hannah no usa tacones?

—Ni de broma. Creo que no lo haría aunque le pagaran —rueda los ojos al cielo.

Destroy Me | Logan LermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora