Capítulo 08

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Capítulo 08

Caminamos a la parada de autobús en silencio. Luego de desarmar los oboes, pasamos unos minutos charlando con la abuela antes de venirnos. Ella nos regaló unas galletas de harina tostada, algo deformes pero su sabor era muy rico. Áshall no había dejado de masticar y saborear exageradamente el regalo.

—Beatriz, —me llamó serio —quiero preguntarte algo.

Yo le asiento en señal de que continúe. Traga lo último que tiene en su boca y se dispone a hablar.

—Yo...mmh...tú.. — Balbucea nervioso, pasan unos segundos y niega con su cabeza, rendido —Nada, olvídalo.

Asiento confundida y sigo caminado. Paramos en la estación de autobuses y nos sentamos en los estrechos asientos para esperar al autobús. Las desventajas de vivir en un lugar apartado de la ciudad, es que los buses pasan cada ciertos lapsos de tiempo.

Saco mis auriculares y los conecto a mi teléfono, reproduzco "Invierno" de Antonio Vivaldi y me propongo disfrutar la melodía. Siento como me quitan mi auricular izquierdo y es Áshall colocándolo en su oreja.

─ ¿Qué escuchas?—pregunta intentando adivinar.

Arqueo la ceja.— Es Vivaldi ¿no lo reconoces?

Él niega con la cabeza. Mi boca se abre en asombro y me indigno exageradamente.

Mi cara se desfigura y me alejo unos centímetros de él.

─ ¿Qué clase de músico se dedica a la música clásica y no conoce a Antonio Vivaldi?—decreto con los ojos abiertos.

Su linda risa me atraviesa y me obliga a sonreír. No lo negaré, amo su risa.

─ ¿Por qué sonríes? —me pregunta confundido.

La sangre se arremolina en mis mejillas y se me forma un nudo en la garganta.

—No lo sé. — respondí avergonzada. Es algo involuntario, cuando él ríe me veo obligada a sonreír de igual manera, es contagioso.

El autobús se detiene frente a nosotros y Áshall hace un gesto extraño con la mano, supongo que será para que suba primero, supongo. Sin estar completamente segura de lo que significa la seña rara subo al autobús y me siento en el último asiento atrás. Áshall camina torpemente con el autobús en movimiento y cae bruscamente al lado mío, su risa hace nuevamente acto de presencia embriagando mis oídos.

—Estoy aburrido— me habla recostándose en mis piernas y cerrando los ojos. Vaya comodidad la de éste.

Por primera vez puedo ver que tiene unas enormes pestañas, son hermosas y parecen encrespadas.

─ ¿Te encrespas las pestañas?—le pregunto pasando mi dedo suavemente por ellas.

Sonríe sin abrir los ojos. — ¡No! ¿Por qué haría eso?

—No lo sé, sólo preguntaba.

El silencio reina nuevamente. Pero es por pocos segundos, Áshall no rompe al instante.

─ ¿Cuál es tu animal favorito?

—Los gatos, aunque sea absurdo las focas y los osos polares, pero principalmente los gatos, ¿y los tuyos? ─admitir lo que acabo de decir me hace avergonzarme un poco. Por suerte Áshall tiene sus ojos cerrados.

—Me gustan todos, —responde acomodándose en mis piernas ─y no me parece absurdo que te gusten las focas, después de todo son animales bastante interesante ─eso me alivia de cierta manera ─ ¿Comida favorita?

─ Me gusta el pescado.

─ ¿Postre favorito?

—Helado.

─ ¿Color favorito?

—Gris.

─ ¿Amigas o amigos?

─ No tengo. —contesto fría desviando mi mirada hacia la ventana. Justo el tema que había logrado evitar por tanto tiempo.

Él abre los ojos pero no se levanta, sus expresivos ojos muestran decepción y asombro, creo que no se esperaba esa respuesta. Lo que me asombra a mí es no encontrar ni una pizca de lástima en su mirada.

─ ¿Ninguno?—insiste él.

Niego con la cabeza, se me quiebra la voz en pensar en eso. Mis ojos arden como aquella vez y lágrimas peligran desbordarse. Joder, ahora no.

Su mirada busca la mía. — ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien. — le miento tragándome mi pena y sonriéndole. No sé por qué pero creo que ni la persona más ingenua del mundo se traga mi sonrisa.

Él se tensa y se sienta mirándome fijo, esperando a que diga algo.

—Ya puedes dejar de fingir ¿sí? Soy yo, nadie ajeno, llevamos dos meses asistiendo al mismo colegio y a la misma orquesta, creí que después de ese tiempo confiarías un poco en mí. — espeta enojado.

Su tono de voz me altera y me asusta, nunca creí ver esa parte de él. Se ve tan diferente enojado, parece otra persona. La cólera no tarda en invadirme y lo primero que quiero hacer es gritarle que porqué debería tenerle tanta confianza, él no me conoce casi nada.

—Pues ¿sabes qué? Cada vez que intento hacer amigos algo malo pasa, Cada vez que intento ser yo misma con alguien algo malo pasa, Cada vez que quiero hablar de mí...¡adivina! algo malo pasa—farfullo alterada,—Yo también creí, que después de tanto "tiempo" te abrías dado cuenta lo difícil que es para mí hablar con alguien sin alejarla permanentemente de mí, no sé de donde sacas eso de que debería tenerte confianza, porque, ¿Quién me asegura que no eres como todos esos que al final de cuentas siempre se van? ─cierro mis puños y presiono mis dientes dentro de mi boca ─ no es fácil... —sollocé, pero me trague todo, no lloraría, no frente a él —¡Maldita sea no es fácil!

Tomé mi mochila y me baje del autobús. Afortunadamente para mí sólo me había bajado una parada antes de mi verdadero paradero. Sólo serían unas cuantas cuadras.

Limpié las pequeñas lágrimas que amenazaban con caer bruscamente, miré el autobús alejarse y caminé a paso lento, tratando de calmarme. Inhala, exhala.

El autobús no avanzó mucho cuando paró y Áshall bajó de él.

Su acción me dejó sorprendida, no me lo esperaba. Lo más lógico es que después de esto no volviera a dirigirme la palabra y se olvidara de mi existencia.

Sus ojos se conectan con los míos, y nos quedamos así unos segundos. Sólo tratando de descifrar la mirada del otro. Sin darme cuenta comienzo a caminar hacia él y él me imita. Ya a unos metros de distancia, Áshall para en seco.

—Quiero que me perdones, ─decreta apretando sus labios, formando una fina línea con ellos ─ no sé qué debo hacer al estar contigo y me es difícil lidiar con tus acciones, ─baja la mirada con las ganas de volver a llorar ─pero quiero hacerlo, ─elevo mi cabeza de nuevo, ¿Qué es lo que ha dicho? ─ quiero sacarte una sonrisa cada vez que pueda y ser un pilar de apoyo en momentos difíciles.

En se lanza al suelo dramáticamente y yo lo observo divertida, con lágrimas cayendo sin control por mis mejillas.

─ ¿Quieres qué seamos amigos?

Y ahí fue cuando dejé de respirar, y mi corazón dejó de latir, para mi mala suerte, literalmente.


Nada Diferente © [RF#1]Where stories live. Discover now