Este es el principio del Popol Vuh, el Libro de la Comunidad Quiché (1) y de la tierra poblada de árboles. Mediante este libro se publicaron las revelaciones de los antiguos creadores, de los dioses agoreros y hechiceros llamados Ixpiyacoc (el Abuelo, quien sabía ver la suerte en el maíz y el Árbol del Coral) y Chiracán Ixmucané, la Abuela. Ambos inventaron la astrología y los calendarios, pues poseían variados conocimientos sobre el cielo, la luna y los planetas.
Durante la noche, en medio de las tinieblas, los abuelos tuvieron dos hijos: Huhn-Hunahpú y Vúcub-Hunahpú (2), los cuales desde niños sintieron una fuerte inclinación hacia el juego de la pelota, los dados y el tiro al blanco. Eran muy hábiles y no había apuesta que no ganaran.
Pasado el tiempo, Huhn-Hunahpú se enamoró de una hermosa mujer llamada Ixbaquiyalo (3), quien trajo al mundo dos niños: Hunbatz y Hunchouén (4). Estos jovencitos eran famosos, ya que sabían cantar con gran maestría, pintar, esculpir, tocar la flauta, fabricar joyas de plata y cazar con la cerbatana. Además de todo ello, les gustaba jugar a la pelota (5). Por las tardes formaban grupos de dos y se reunían con su padre y su tío a practicar ese juego, reservado solo para los personajes de alta alcurnia.
Un día, murió Ixbaquiyalo de manera repentina, pero su esposo y su cuñado, lo mismo que los gemelos, no dejaron por eso de ir a jugar. Para su desgracia, llegaron al camino que va a Xibalbá (6), un lugar subterráneo, donde solo viven los enemigos de los dioses y de los hombres. Los jugadores hacían tanto ruido, que los escucharon Hun-Camé y Vúcub-Camé (7), señores principales de Xibalbá, quienes exclamaron:
-¿Quiénes son los que hacen temblar la tierra? ¡Mensajeros, vayan a llamarlos! Que vengan a jugar aquí para vencerlos. ¡Ya no hay respeto, ni consideración! No nos tienen miedo y hasta se pelean justo sobre nuestras cabezas. ¡Tráiganlos!
En verdad no estaban indignados sino que codiciaban los accesorios de los jugadores, como las rodelas de cuero que les cubrían las piernas y los protegían contra los golpes de la pelota, deseaban los anillos y los guantes, las coronas y las máscaras y todos los adornos de Huhn-Hunahpú y Vúcub-Hunahpú. Los mensajeros eran búhos: Chabi Tucur era veloz como una flecha, Huracán-Tucur era gigante, Caquix-Tucur tenía la espalda roja y parecía un guacamayo, y Holom-Tucur solo tenía cabeza y alas. (8)
Los búhos llegaron al patio de juegos y soltaron su mensaje. Huhn-Hunahpú y Vúcub-Hunahpú aceptaron ir a ver a los señores de Xibalbá. Dejaron colgada, en el techo de su casa, su pelota de goma, con la esperanza de regresar pronto para continuar jugando. La Abuela se enterneció al verlos partir y se quedó llorando, ya que tenía un mal presentimiento.
-Nos vamos, pero no estamos muertos. ¡No te pongas triste, Abuela! -dijeron los hermanos y abrazaron a la anciana adivinadora.
Los búhos y sus acompañantes fueron bajando por unas escaleras muy empinadas al reino de Xibalbá. Cuando llegaron a aquel mundo subterráneo, tuvieron que cruzar cuatro ríos: uno bordeado por barrancos que resonaban y cantaban; el otro cubierto de espinos punzantes; otro, lleno con la sangre de sus ancestros; y el último, de agua pura. En ninguno de ellos fueron vencidos. Hasta que llegaron a un punto en el que se cruzaban cuatro caminos de colores rojo, negro, blanco y amarillo. De ellos, solo uno habló:
-Yo soy el camino principal, por mí debéis pasar -susurró el camino negro.
Los jóvenes lo tomaron y su suerte comenzó a cambiar, pues, cuando llegaron al Salón del Consejo de los señores de Xibalbá, encontraron a unos muñecos de palo vestidos como reyes. Los jóvenes cayeron en la trampa y saludaron con gran respeto a los muñecos:

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Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas
AdventureHace más de cinco siglos, un sacerdote maya escribió las páginas del Popol Vuh, donde se narra el origen de los dioses y los héroes mitológicos del sur de Guatemala. He aquí la historia de sus trabajos y aventuras...