11.

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—¿Hola? ¡Tierra llamando a Alfred! ¡Venga, que en nada llega la prensa!

El chico asintió ante la voz femenina sin ni siquiera mirarla. No le importaba nada. Se sentía cansado, agobiado y exhausto. Su noche anterior había sido muy larga, no había dormido nada. Cuando le informaron que Amaia se había ido con el coche de Ana no dudó en hacer todo lo que estaba a su alcance para localizarla. Amaia siempre había sido una alma rebelde y libre y eso le encantaba pero también sabía que, por el contrato que los retenía, había de comportarse correctamente en los actos que tenían que asistir juntos. Así que cuando se vio solo en medio del recién terminado concierto, fue cuando se dio cuenta de la verdadera situación: Amaia estaba mal, peor de lo que se imaginaba. Y ese acto de rebeldía, era su toque de atención ante el mundo.

Se pasó la noche llamando a su móvil apagado con la espereza de que en cualquier momento lo abriera, inundo su conversación con Ana de mensajes e incluso se inventó una excusa barata para conseguir el número de Jadel. Y cuando por fin la localizó, una paz interior le invadió, se tranquilizó, sabía donde estaba, que estaba bien y que iría en su búsqueda a primera hora.

«Tú no has hecho nada... aún» se repetía una y otra vez des de que la había convencido para que subiera al coche. Una parte de él se alegraba de que no fuera el causante de su huida pero por otra parte, ese «aún» le indicaba que podía ser el causante de otro problema próximamente. ¿Era consciente de cuántas veces anteriormente le había provocado esa especie de ataques por su culpa?

Su cabeza era un caos y sus pensamientos le estaban fulminando. Decidió actuar. Hacía tiempo que no había necesitado esa ayuda pero ahora sentía que la necesitaba. Recordó las palabras de su medico: «Alfred, sólo cuando no puedas más». Y era así, ahora no podía más, necesitaba un respiro y eso le proporcionaría lo que tanto estaba ansiando: calma, paz y tranquilidad.

La reunión de emergencia se le había pasado volando. En parte, por su estado de relax pero también porque habían ido directos a tratar el asunto.

—... y por eso creemos que lo más conveniente en estos momentos es que, para prevenirposibles ataques por parte de la prensa, es que os dejéis ver por Sant Jordi juntos —sentenció uno de los directivos.

—Vale, hecho. ¿Algo más? —respondió de inmediato Amaia sin inmutarse. Toda la sala desvió su mirada sorprendida hacia ella, incluso Alfred aterrizó de su mundo de arcoíris temporal para observarla. Amaia, aceptando una orden donde anteriormente habría rechistado, gritado y pataleado. Días antes habría luchado con puños y dientes para que esa propuesta no se llevara a cabo pero ahora estaba ahí, sentada, pacífica, serena, aceptando la propuesta.

—Amaia, ¿seguro que...? —interrumpió Javi que estaba a su lado. La charla que habían tenido ellos dos esa misma mañana en privado había hecho abrirle los ojos, había desactivado su modo sobreprotector de hermano mayor y quería empezar de nuevo con ella.

—Si Javi, seguro. Tranquilo. Todo esto fue mi culpa y acepto sin ningún problema. Además, me gustaría pedir perdón por todo lo que he causado.

La sala se quedó en silencio, alucinando y con miedo a que en menos de un segundo cambiase de opinión, dieron por terminada la reunión, pidieron un taxi para los chicos y sus acompañantes y los llevaron de vuelta al hotel donde tendrían que atender a algunos de los medios antes de la rueda de prensa que daría comienzo a la Pre Party de Madrid.

—Voy a buscar al primer grupo de periodistas —anunció otra vez a la mujer despertando otra vez a Alfred de su mundo—. Ahora vengo, preparaos.

Y por primera vez desde que habían hablado horas atrás en casa de Ana, volvían a estar los dos solos. Amaia miraba a Alfred mientras movía inquieta sus piernas, Alfred, al contrario, estaba embobado mirando una de las sillas de la terraza en que estaban.

NosotrosWhere stories live. Discover now