Capitulo 12

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Gael miro a la mujer en su cama, luego, miro hacia la puerta. Confundido. Si tocaban menos o más de tres veces, había ocurrido algo. Agarró su ropa del suelo, colocándosela lo más rápido posible. Tomo a la mujer del brazo, obligándola a levantarse. —Métete al baño y no salgas de ahí hasta que regrese. Si no obedeces, te castigare. —ella asintió con los ojos muy abiertos, haciendo exactamente lo que decía, sonrió. Ximena era una de sus favoritas.

Abrió la puerta, con expresión relajada. Lo que vio detrás de ella, lo dejo aún más confundido. Irene lo miraba completamente llorosa. Estaba descalza y apenas vestía una bata que dejaba al descubierto parte de sus largas piernas «Apetecible» pensó.

—P-pe-perdone por aparecer a estas horas, Padre... p-pero yo... —Su voz temblorosa empezó a irritarle, aunque no cambio su expresión. —Necesito confesarme—

Suspiro profundamente, ¿justo en este momento? Salió de la habitación cerrando la puerta tras de él. —Padre, usted está descalzo —miro sus pies desnudos. «No pasa nada» respondió, en tono amable. No quería perder más tiempo. La erección oculta entre sus pantalones empezaba a dolerle.

—En el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu santo —empezó ella cuando se sentaron en una de las bancas centrales del jardín.

—El señor este en tu corazón para que te puedas arrepentir y confesar humildemente tus pecados— respondió mecánicamente, eran diálogos aprendidos de memoria, que escupía sin pensar, como una máquina. —, Mi pecado es escuchar cosas que no debo, Padre... —empezó ella, lentamente. —Hace un momento, vi como la madre superiora junto con otra monja roban las donaciones de los feligreses. —

Gael frunció el ceño. ¿Se lo esperaba? No. ¿Le sorprendía? tampoco. Durante todos los años que vivió en la iglesia, había aprendido que esta se mantenía a base de corrupción y la fe de los tontos. Observo casos de pedofilia, violaciones, desapariciones, asesinatos, robos. Todos ocultados para proteger en vano, el nombre de Dios. Sintió ganas de reír, pero se contuvo al ver el rostro lloroso de la muchacha. «Maldita ingenuidad» las chicas como ella eran las que más lo enfurecían. Siempre pensando que el mundo es luz... cuando no es más que tenebrosa oscuridad.

— ¿Estas segura de lo que escuchaste? —no preguntaba porque no le creyera. Lo hacía por mero protocolo. Ella asintió. —. No podemos hacer nada al respecto, Irene, será mejor que tengas cuidado con lo que escuchas. —

— ¿Por qué no podemos hacer nada? ¿Acaso dios no apoya la justicia? —pregunto ella, indignada.

—Mancharía el nombre de esta sede, imagínate que pensarían las personas al enterarse de esto. Dios necesita la fe, Irene, debemos protegerla. —ella lo escucho con atención.

—Tiene razón— respondió, más tranquila. Gael se removió un poco ansioso.

— ¿Eso es todo? — Irene negó. Maldita sea.

—He... pecado en sueños Padre... yo he tenido un sueño lujurioso —la miro, interesado. — ¡Juro que no era intencional!, yo no quiero pecar, Padre, quiero estar libre de pecado —pobre idiota. Como si el pecado pudiera evitarse. De repente, se la imagino en su cama.

—No se puede huir del pecado, lo importante, es el arrepentimiento, Irene. — Era un maldito hipócrita, lo sabía —, Dios siempre perdona — a él nunca le perdonaría. —Reza diez padres nuestros y dos ave maría. Y ten fe en Dios, Irene—

Ella asintió. —Jesús, hijo de Dios, apiádate de mí que soy un pecador. —

—Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del padre, del hijo, y del espíritu santo—Él hizo la señal de la cruz en su frente —Ve en paz —la miro irse con una sonrisa. Su gesto se oscureció.

«Disfrútala Irene...porque esa paz durara muy poco»

EN EL NOMBRE DEL PADREWhere stories live. Discover now