I'm tired, you're lonely

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Presión en el pecho, impotencia, ganas de correr y salir de ese lugar. Gritos que nunca sonaban quedándose atrapados en la garganta ¿Por qué no había señal de luz en aquel túnel lleno de terror? Tal cual pesadilla de la que no puedes despertar, la desesperación aumentaba, sudor frío deslizándose sobre los músculos de la piel que se tensaban a cada movimiento, cada intento desesperado por abrir los ojos y gritar, que aquello no era real, que era un recuerdo olvidado y jamás tendría control de su ser. Dos cuerpos distintos compartiendo un mismo miedo. El pasado.

Barnes era el primero en enderezarse espontáneamente sobre la cama, su pecho agitado y el aire saliendo y entrando por su boca con rapidez. Cerró los ojos un par de segundos, pasándose la mano de carne y hueso por sobre el rostro, maldiciendose pero reconfortandose a la vez. Solo eran pesadillas. Unas que sea su desgracia, resultaban bastante reales a sus sentidos. Recordar lo que Hydra había hecho con su existencia no era para nada grato, tampoco pensaba que fuera lo mejor. Ni siquiera él podía confiar en si mismo ¿Y qué si alguno de esos sueños le hacían volver a lo que tanto odiaba ser? Un peligro para él y para todos. Aún no terminaba de autocastigarse cada día por las cosas horribles que alguna vez hizo bajo el mando de algo que vivía en su cabeza. Tan atroz y despiadado. Lo odiaba.
Tras un efímero momento de indecisión y sin mucho deseo de volver a la cama por el resto de la noche, salió de su habitación encaminandose a la sala. Una enorme ventana de cristal le permitía observar parte de un hermoso paisaje que se mezclaba con las lejanas luces de la civilización. Era el punto medio entre mantenerse oculto lejos de los ojos de la gente y, a la vez estar cerca de todo eso. Suponía que incluso alguien como Stark, gustaba de vivir al menos un poco apartado del escándalo, del constante ruido de una gran ciudad. Y así, relajado en los pensamientos tan banales que le provocaba la vista, pudo olvidar aunque fuera por minutos, las traumáticas imágenes que antes cruzaban sus ojos.

Por otro lado, el famoso genio no tenía el gusto de reaccionar tan "pacíficamente" a sus propios miedos y recuerdos. Un tema que debió ser olvidado hace mucho tiempo atrás calaba en sus pensamientos, insistente como si intentará advertirle un inminente futuro catastrófico. Pensar que todos sus amigos y compañeros, gente inocente podría morir porque nunca pudo hacer más por ellos; las imágenes que Maximoff había implantado en su cabeza aquella vez, de vez en cuando seguían provocando que tuviera alguna clase de ataque de ansiedad, claramente no tan fuerte como las primeras veces. Y sí, quizá sí Pepper hubiera seguido con él, podría haberlo superado con mayor facilidad. Dudaba de aquello pues después de todo, lo suyo se había quebrado con facilidad al poco tiempo de haber sacado el extremis del cuerpo de la pelirroja. Tony necesitaba alguien a quien aferrarse de tal manera que sus miedos disminuyeran, hacerle sentir que ya nunca estaría solo. Y tal vez aquello solo aumentaría su ansiedad al intentar no perder a ese alguien. Que estúpida idea.

Con un grito y un quejido su cuerpo se movía bruscamente sobre a cama, revolviendo las sábanas hasta caer al suelo. Refunfuñaba para si, molesto, aturdido, perturbado; no planeaba volver a la cama luego de sentirse como un infante de 6 mojando la cama por una pesadilla. Calmar su ansiedad era su mayor necesidad, y como tal, ésta lo obligaba a dirigirse a la cocina y alimentar esa ansiedad con nada más y nada menos que una gran caja de donas. La tomó dispuesto a regresar a su habitación para ahogarse en su miseria pero la tenue luz proveniente de la sala llamó su atención, solo para encontrarse con la figura de aquel hombre que acogía en su hogar, recargado contra el vidrio de la ventana.

—No soy el único que no puede dormir ¿Eh?

El castaño tembló en su lugar, le tomaba desprevenido y hundido en sus pensamientos, ni siquiera lo escuchó llegar. Giró el cuello lo suficiente como para verlo, no dijo nada pero comprendía que el de cabello obscuro también pasaba una mala noche. Solo atinó a asentir, vagando sus ojos entre lo que la luz permitía ver sobre la silueta de aquel hombre que se acercaba a sentarse en el sofá, dejando una caja sobre la mesa de centro.

Till we dieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora