Something about us

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El viento entraba entre las ventanillas del auto chocando contra su rostro, provocando que varios cabellos volaran por ningún lado cada tanto, entre charlas animadas por parte de tres de los cuatro pasajeros del vehículo, el cielo parecía ser una burla al buen ánimo que se percibía. ¿Estaba contento por reunirse con ellos de nuevo? Sí, lo estaba, pero, no satisfecho. Comparar su propia comodidad y paz interior entre ellos y Stark, sólo lo convencía más de que, jamás sería igual.
Quizás era demasiado egoísta o malagradecido, pero el aprecio que sentía por Steve, Romanoff o Wilson, no lograba llenarlo de la manera que lo hacía tener la compañía de cierto hombre. Aunque probablemente, se terminaría acostumbrando a las cosas, tal cómo hacía siempre.

Suspiro tras suspiro, miraba el paisaje atravesar sus ojos, formando parte de la charla que se daba muy ocasionalmente, no tenía ni las ganas ni una idea mínima de qué decir, sus ánimos estaban bastante por los suelos. Reconocía parte de las calles por dónde se dirigían, y su cabeza parecía querer recordar cada una de ellas cómo si se grabara mentalmente el camino de vuelta a casa. No más su casa pero, un hogar que le gustaría recordar al menos de la mejor manera.
De acuerdo a lo que se le había dicho, se dirigirían a algún lugar a las afueras de la ciudad, dónde tendrían listo un quinjet para partir, algo discreto, Visión les había hecho el favor después de pasar tiempo con Wanda. Podría agradecerle a esa extraña forma de vida algunas cosas, cuando se quedaba con Stark y éste iba de visita, le ayudaba a comprender cosas que, en presencia del genio, le daría vergüenza preguntar; y cómo no si eran cosas simples de las que ese sarcástico hombre no dudaría en burlarse. En cualquier caso, ahora sólo podía tenerle un odio momentáneo por ser tan oportuno en su plan de escape.

Pasaron varios minutos hasta hallarse lejos, en un área más verde oculta entre árboles que, dejaba ver el resto de la ciudad. Todos bajaron del vehículo pero no se podía ver nada, ni un avión, ni un maldito quinjet, los demás parecían tener tanta calma que se tomaban la libertad de sentarse en el pasto y así, cómo si nada, esperar. Se sabía de alguien que bajó molesto, con el entrecejo bien marcado y los labios curvados de mala gana. El castaño posó su mano con pesadez, casi con rudeza, sobre el hombro de su mejor amigo, llamando su atención.

—¿Dónde está? Me obligaste a salir con prisa porque se perderíamos el vuelo. No había ningún vuelo y ahora tampoco está el quinjet que prometieron.

—Vision y Wanda deben estar un poco retrasados, llegaran en poco tiempo, no te preocupes.

—Debería estar aquí, ahora —entre una voz molesta, retiró su mano, apartándose en dirección contraria a los demás.

—¿Qué ocurre? Si hay algo que esté molestando puedes decírmelo, lo sabes —mencionó con preocupación, esa actitud tan mezquina y de repente, algo tenía que significar —¿A dónde vas? Bucky...

—Estoy..., cansado, no es nada. Iré a sentarme en el auto, eso es todo —hacía un ademán con su mano, restándole importancia —. Deben ser nervios, sólo quiero irme.

—Unos minutos, no más. Estaremos aquí si cambias de opinión y quieres hablar.

Barnes no contestó más, una discusión por realmente nada, era lo que menos quería y, fingir que todo estaba en sus nervios de volver a ser un fugitivo, le hacía sentirse más seguro. Seguro de sus propios sentimientos claro.
Steve estaba muy al tanto de que, no le estaba contando todo el asunto, podía darse cuenta que algo no estaba del todo bien, pero no quería presionarlo, no ahora, ya hablaría con él cuándo estuvieran más relajados, sin hacer alguna escena enfrente de todos, nadie necesitaba más problemas después de todo lo que vivían a diario.

Cerrando la puerta, el soldado se recargaba en el asiento del conductor, soltando el aire por entre sus labios. Por más que hiciera el intento, su mente no dejaba de carcomerlo entero con recuerdos y más recuerdos de un sólo hombre, entre más quería olvidarlo, mayor era la intensidad con la que volvía ese rostro, casi podía escuchar esa voz en sus oídos diciéndole algúna broma, quejándose, pronunciando su nombre. Tan arrogante y tan frágil. ¿Cómo podría dejarlo sólo? ¿Y si algo le pasaba en su ausencia? Tenía el deseo de protegerlo de la manera en la que nadie lo hizo con él cuándo más lo necesitaba.
Agobiado, llevó ambas manos al volante, apoyando la frente sobre éstas, resoplando tan fuerte que se podía sentir su ansiedad, esa desesperación de salir corriendo y despedirse de manera apropiada por lo menos. Tamborileaba los dedos sobre el volante, creando un sonido que, aumentaba la clara desesperación que lo atormentaba. Sus pupilas vagaban de un punto a otro, captando en cierto momento, un tenue balanceo.

Till we dieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora