XI

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Cepeda esperaba nervioso en el aeropuerto, finalmente Graciela le había llamado y regresaba a España.

El abogado llevaba casi una semana conteniéndose con Aitana pues no quería ser un miserable y comenzar algo con ella sin haber puesto fin a su relación con la periodista, haciéndolas sentir mal a las dos.

Graciela venía muy sonriente hablando con el equipo que viajaba con ella a los lugares a donde la mandaban de corresponsal pero su sonrisa decayó cuando vio la cara tan seria que tenía Cepeda.

Graciela venía muy sonriente hablando con el equipo que viajaba con ella a los lugares a donde la mandaban de corresponsal pero su sonrisa decayó cuando vio la cara tan seria que tenía Cepeda

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-Cariño... ¿ha pasado algo?-dijo la chica acercándose para besarle.

Luis esquivó su boca y le besó en la mejilla dejándola un poco confusa pero esta no dijo nada.

Tras abrazarse y despedirse de sus compañeros, la aún pareja subió las maletas al coche y luego pusieron rumbo a casa, donde la única que habló todo el trayecto fue Graciela pues el abogado conducía mirando a la carretera muy concentrado, repasando mentalmente todo lo que iba a decirle.

Una vez llegaron allí, la chica entró y fue directa a su habitación, a pesar de que el abogado le dijo que debían hablar, entonces vio que el armario estaba abierto y faltaba toda la ropa de Cepeda y luego miró en los cajones y en el baño comprobando con asombro y confusión que no quedaba nada de él allí.

-Cariño...¿Dónde demonios estan tus cosas?-preguntó mientras regresaba al salón, donde Luis esperaba que ella parase un momento y le escuchase.

-De eso quiero que hablemos Graciela, por favor siéntate aquí un segundo.-dijo indicándole el sofá y sentándose él también.

-¿Qué pasa cariño?, por favor no me asustes.

Cepeda respiró hondo y la miró fijamente.

-Lo siento, esto no funciona y me he dado cuenta que buscamos cosas distinta...

-Pero... ¿Qué estás diciendo?-interrumpió incrédula la chica.

-Por favor, por una vez en tu vida cállate y escuchame lo que tengo que decirte, es importante.-dijo molesto el moreno.

La chica resopló.

-Está bien, di lo que sea.

-Bien- continuó él- Ya no siento lo mismo por ti y aunque eres un chica maravillosa, no eres para mí. Creo que tú en el fondo piensas lo mismo que yo pues sabes que cada vez tu trabajo te exige más y estás más implicada. Además apenas nos vemos y llevamos meses teniendo sexo con prisas y yo ya no quiero eso.

-¿Hay otra verdad?-preguntó ella mirándolo con los ojos húmedos pero muy molesta-La hay, ¿no es cierto?.

Cepeda suspiró y dejó su llave en la pequeña mesa central y luego caminó hasta la puerta evitando contestar.

-Adiós Graciela, te deseo lo mejor.

-¿Por qué no respondes?, ¡eres un maldito cobarde!...¡Cobarde!-Gritó furiosa- ¡Si vete cobarde, te odio!.- volvió a gritar mientras le lanzaba las llaves y luego un cenicero de la mesa, el cual Cepeda pudo esquivar y salir corriendo de aquella que había sido su hogar durante tanto tiempo.

Finalmente llegó hasta su coche y respiró hondo pues ya estaba hecho, no estaba feliz por la forma en lo que había quedado todo pero tenía que ser así pues él no era hombre que engañaba a mujeres.

Al regresar al apartamento que se había alquilado días antes, el abogado se dio una ducha, cenó algo y luego de mirar un rato la tele, se tumbó a dormir.

Ya no le resultaba raro vivir solo pues en los últimos meses lo había estado haciendo casi todo el tiempo pero aún así extrañaba compartir cosas con alguien como en su día hizo con Graciela antes de que ésta cambiase por su éxito profesional.

Aitana vino a sus mente y pensó en lo mucho que le gustaba la chica y en lo dulce y niña que se veía cuando sonreía y también en lo sería y mujer que se ponía cuando trabajaba.

Cepeda estaba muy asustado pues aunque sabía que no le era indiferente a la muchacha, no dejaba de ser muy jovencita y como tal, tenía su vida, sus estudios y quizás algún novio en la Universidad, a la cual regresaría al terminar las prácticas.

El era un hombre ya, con una carrera terminada y con negocio propio, tenía experiencia en el amor y en las relaciones, sus diez años de diferencia, hablaban por si solos.

No quería sufrir, si finalmente se daba algo con ella, ni tampoco quería que ella sufriese pues debían poner las cosas en claro, antes de cometer la imprudencia de enamorarse como un tonto, si no era correspondido del mismo modo por Aitana, aunque quizás ya fuese demasiado tarde.

No quería sufrir, si finalmente se daba algo con ella, ni tampoco quería que ella sufriese pues debían poner las cosas en claro, antes de cometer la imprudencia de enamorarse como un tonto, si no era correspondido del mismo modo por Aitana, aunque...

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4. Yo me quedo con mi reina -Aiteda (Terminada)Where stories live. Discover now