AUNQUE CUESTE (Por un momento II)

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Madrid siempre le ha gustado. No sabe si tanto como para vivir en ella, pero está a punto de descubrirlo. Se siente muy orgulloso de su (única) estantería repleta de vinilos y, aunque intenta no hacerlo, sabe que a Agoney también le gustará.


No, no van a vivir juntos. Todavía. Pero a Raoul no le cabe en la cabeza un futuro sin un susurro canario llenando cada esquina de ese piso tan vacío y hueco.


Raoul sabe que no debe ilusionarse, que las cosas han quedado claras entre ellos y que no se puede permitir poner fecha al beso que más ganas tiene de dar, el beso que les devolverá lo que un infierno les quitó un par de meses atrás. Sabe que no debe, bajo ninguna circunstancia, dejar que Agoney sepa que está montando su piso en función de lo que ambos podrían querer en ella. Pero también sabe que es algo obvio, algo que Nerea no ha tenido que investigar demasiado para darse cuenta. Y para echarle bronca. No tanta como Mimi, pero bronca.


Se sienta en su sofá y observa su mayor logro en su nuevo piso. Pasan minutos y minutos en los que espera con ansias la confirmación de que Agoney volará a Madrid en las próximas horas. La espera por parte de Nerea, claro está. Ellos no hablan desde el último concierto... si a eso se le puede considerar hablar.


Por suerte o por desgracia, pasarán los últimos días antes del siguiente concierto juntos en Madrid. Y es por eso que no le quedan uñas que morder, que ha montado su estante favorito y que está inquieto, de los nervios, emocionado y asustado. Recuerda el último beso en la puerta de su habitación en el hotel. Joder, como para olvidarlo.


Agoney ha decidido coger el vuelo un día más tarde y Raoul sabe el motivo, pero no quiere darle demasiadas vueltas para no caer en lo de siempre. Pero en lo de siempre cae cuando, al día siguiente, se reencuentra con el moreno en casa de Nerea.


- Hola, chiquitina - dice con su voz más tierna, más Mickey Mouse, mientras abraza a la rubia.


- No estamos solos, espero que no te moleste.


Raoul lo escucha a pesar de su intento de susurrar, pero sobre todo lo siente por la manera en la que los hombros de Agoney se congelan y sus manos se aferran un poco más a la espalda de su amiga.


Levanta la cabeza y deshace el abrazo, cobijando a la chica bajo su brazo mientras alza la mirada, repasando de los pies a la cabeza, hacia la persona que más ganas tiene de ver, abrazar, besar, tocar. Amar. Pero claro, no puede demostrarlo. No puede porque no quiere darle esperanzas.


Agoney, frío para ocultar que realmente le necesita pero que no está listo para dejarse descubrir. Raoul, cálido y con la mano tendida para hacer sentir al otro chico cómodo y seguro, refugiado, en su presencia. Ambos sienten lo inevitable, amor, y ambos lo están sacrificando para poder salvarlo como merece. Como merecen.


- Raoul - es tan cordial que a Raoul se le hace un nudo en la garganta.


- Ei.

Demasiado frío. Demasiado roto.


- ¿Me ayudas a subir la maleta? - por lo menos su sonrisa es demasiado grande para su agrado y la tiene que morder. A Raoul le gusta saber que por dentro se están moviendo cosas aunque todavía no las quiera mostrar.

Por un momento (One-Shot Ragoney)Место, где живут истории. Откройте их для себя