'Basto una noche para que todo cambiara...'
Eran ya las seis de la tarde, veinte minutos faltaban para que ya no volviera a ver a Elena nunca más, aquella idea lo tenía en un dilema.
—Bill... No has tocado tu comida, creeme esto está muy bueno —dice ella mientras intentaba no sonreír mientras comía.
Él despertó por un momento de su trance, viéndola comer y ya iba a la mitad de su comida. Sus ojos del castaño comenzaron a analizarla, parecía ir todo en cámara lenta en su mente, sus manos tan delicadas y delgadas, sus pestañas que a pesar de ser pequeñas él las podía observar, sus mejillas sobresalían mucho más cuando ella sonreía, su cabello de color miel brillaba con la luz de la tarde, tan sencilla, haciéndolo pensar si en verdad alguien como ella merecía tener el destino que él estaba por otorgarle.
—¿Te parece si mejor le pedimos para llevar? —pregunto la chica al ver que no quitaba la mirada hacia ella.
Bill parpadeo tres veces rápidamente, frunciendo el ceño mientras veía su reloj, diecisiete minutos.
—Si, pensé que tendría algo de hambre —dijo él mientras Elena lo miraba con un destello de desilusión.
La chica llamo a la mesera, llevándose la comida del lugar. El castaño por un momento pensó en seguir con el plan, sin embargo, ya era demasiado las tantas veces que lo había estado pensando durante la semana, diciéndose a sí mismo, que si en verdad lo quería hacer, nunca habría dudado de aquello, sin embargo, lo hizo y ya sabe cuál es su respuesta.
Dos minutos.
—¿Porque demora tanto? —pregunto el chico inquieto, pasando su mano derecha hacia su cabello.
—No te preocupes, ya viene —respondió Elena con los brazos cruzados.
En la mente de ella solo podía caber la posibilidad de que la actitud de Bill se debía a que tal vez lo aburrió y aunque estaba algo molesta para aceptar su desilusión, se sentía incómoda y lo único que deseaba era llegar a su habitación. El castaño sabia como tal vez ella se sentía, total, no podía pasar desapercibido mientras la vida de aquella chica por unos minutos esta en las manos de este, muy pronto resolvería todo este mal pesar, pero por mientras, tenía que sacarla de ahí de una vez.
—Aquí tiene, son... —dijo la chica pero fue interrumpida.
—Gracias, quédate con el cambio. —hablo Bill, dejando a la mesera con una pequeña amargura pero feliz por el dinero no devuelto.
Cogió la mano de Elena, llevando en la otra aquella bolsa. Al salir, la noche ya había llegado y con ello unas cuantas gotas de lluvia se hacían notar.
Un minuto.
Tan solo eso quedaba para huir, pero el pronto atrevimiento de aquella chica fue algo que no se pudo evitar.
—¿Me vas a decir porque estás tan apurado? —pregunto Elena, mientras Bill abría la puerta para que entrara pero hizo caso omiso.
—Esta por llover Elena, entra —dijo él con toda la serenidad posible aunque el tiempo este en su contra ahora mismo.
—Esto no es por la lluvia, ¿Porque actúas tan extraño? —volvio a preguntar intrigada, está vez el enojo había reducido para dar paso a un sentimiento de preocupación.
—Eres demasiado testaruda, solo entra... Porfavor —suplico, algo que desde hace mucho tiempo no lo hace.
Ella retrocedió, pensando en esas palabras que Bianca le dijo, junto a el temor, desconfiando del castaño.
—No iré contigo... —susurro, retrocediendo poco a poco.
La paciencia de Bill estaba llegando a su punto más alto, frunciendo el ceño, mientras suspiraba pesadamente, se acercó a ella a grandes pasos, sostiendola de sus brazos, causándole mucho más temor.
—¿Qué quieres de mí?... ¡Suéltame! —exclamo haciendo fuerza pero sabía que eso era inútil.
—¡Elena solo sube al maldito auto! —dijo él, viendo la expresión de aquella chica y sabía de una vez que de esa manera nunca lo haría.
Elena observó sus ojos, que a pesar del miedo que su cuerpo propinaba, sintió algo extraño en ella, el castaño soltó su agarre, para rápidamente sostenerla de su rostro, llevándola hacia sus labios, deseaba querer quedarse mucho más tiempo y sentir ese calor que los labios de ella le proporcionaban, pero aún no podía darse ese lujo.
—Porfavor, solo esta vez... Hazme caso.
Ella lo observó, alejándose mientras subía a aquél auto negro. El sonido de unas llantas hizo despertar a Bill, ellos ya estaban ahí, maldijo en voz baja, mientras subía rápidamente.
—Ponte el cinturón —le dijo, mientras ella lo hacía.
De pronto, supo que algo serio estaba ocurriendo, pues cuando ella observó hacia atrás, veía un auto que manejaba a gran velocidad hacia ellos. Bill solo trataba de perderlos, las llantas rechinaron, y eso aumentaba el miedo que Elena traía consigo.
Al cabo de unos minutos, logro perderlos, haciendo que Elena se tranquilizara un poco más.
—¿Todavía no necesito saberlo, verdad? —pregunto, mientras él la observaba.
—Aún no —respondió.
Y es que ni ella misma quería saberlo, no sabía en qué se había metido, pero estaba claro que no era nada bueno.
—No volveremos, por lo menos hasta mañana en la mañana, encontraré un lugar por aquí, intenta dormir un poco —le dijo mientras ella solo asentía.
Bastaron minutos para que ella cayera en un sueño profundo, tal vez tantas emociones la llevaron al cansancio, pensó Bill, por fin se sacó aquel peso de los hombros, estaba ahí, junto a él, sin embargo, sentía una frustración consigo mismo al no haber podido completar lo que se dijo, pero al verla ahí, su semblante cambio, ¿De verdad tienes el poder de controlar mis decisiones?, era su cuestionamiento mientras la miraba dormir, aprovechando aquel tráfico que ahora mismo las palabras de Elena tomaban sentido, no es tan malo... y si que no lo era, tal vez es una ventaja al poder pensar mientras te encuentras estancado y eso era lo que hacía. ¿Qué es lo que iba a pasar de ahora en adelante?, no estaba seguro, pero de lo que sí estaba decidido era que jamas se iria de su lado, entró a su mundo y sabía que era lo peor que alguien podría hacer pero ella no lo escogió y ahora será un difícil camino para él pero sobretodo para Elena.
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Sour Romance » Bill Skarsgard
FanfictionElena Wilde, una chica recién llegada a la gran ciudad, sin querer conocerá más allá de lo que el peligro puede llegar a ser y de lo que el amor no puede llegar a tener un límite. Bill Skarsgard, un sencillo chico ante los ojos de la castaña, pero...