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Dormía en una habitación desocupada y usaba camisas que me quedaban el doble de grandes, me traían el desayuno, comida y cena a la misma hora, siempre era Sally

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Dormía en una habitación desocupada y usaba camisas que me quedaban el doble de grandes, me traían el desayuno, comida y cena a la misma hora, siempre era Sally. Cuando terminaba de comer subía el detective y trataba de sacarme tanta información me diera soltar, y finalmente me revisaba las heridas y reponía vendas en caso de que fuera necesario. Así una semana.

      Mi enfermera personal era Sally, quien también estaba llena de cicatrices. No llevaba ni una semana en esa casa cuando mientras me daba un baño Sally entró desnuda para unírseme, su cuerpecito parecía caber en todas partes de lo pequeño y delgado que era, siendo igual a las decenas de ratas que me había tocado ver en las casas abandonadas, flacas y flexibles capaz de entrar hasta en el espacio más estrecho. Siendo una grotesca comparación me sentía culpable, pero al verla en la misma bañera que yo, tan menuda y desgastada como yo, no podía pensar en la clase de niñas que vestían tonos pastel y comían dulces todos los días.

      Y mientras ella insistía en querer bañarse con alguien más yo evitaba ver esas manchas blancas sobresalientes de su piel. Algunas eran más lineales, otras eran pequeñas marcas de cigarrillo, me incomodaba tanto verla que tenía que prestar atención a mis propias heridas al momento de tallar su cuerpo con la esponja. No era buena con los niños, mucho menos con niños con pasados turbios.

      —¿Te gustan los parques? —me preguntó sin ninguna razón, cosa normal en los niños.

      —La verdad es que me dan exactamente igual —respondí insegura de saber si era lo correcto ser así de sincera.

      —Yo los odio, son sucios y en las noches no hay absolutamente nadie, puede haber gente peligrosa si te encuentras en un parque ya muy noche.

      —¿Ese hombre te saca al parque a esas horas?

      —Él no, mi tío lo hizo una vez...

      Y no quise seguir hablando con ella. Por primera vez en mucho tiempo sonreí tanto como pude y evité el tema cambiándolo por una comparación de si era mejor una nube con forma de hipopótamo o una con forma de ballena. Tenía demasiadas cargas como para preocuparme por una cría que no era mi responsabilidad, aun así, había ocasiones en las que pensaba qué era lo que hacía este detective con esta pequeña.

      —¿Entonces fuiste secuestrada por Jeff The Killer? —me preguntó Sally al día siguiente del baño, yo estaba desayunando una taza de café que casi escupo al escucharla. Esa chica se movía por la casa como si fuera un fantasma.

      —Sí.

      —¿Es cierto que es tan malo como mi tío?

      No quería indagar mucho en su pregunta, solamente asentí.

      —Entonces espero que lo maten pronto.

      Y se fue a jugar con sus muñecas sin decir nada más.

INCURABLE || Jeff The Killer (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora