EL GRIM

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 El cerrojo de la celda abrió de golpe

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 El cerrojo de la celda abrió de golpe.  El tañido metálico retumbó entre los muros de piedra provocando que el prisionero despertara con un sobresalto. Los dementores le llevaban la comida del día.

Aún podía recordar el gesto frígido y aterrado, esculpido en el cadáver de James Potter.

 Pálido, inmóvil y con la mirada perdida. Aquél quién había sido su mejor amigo, su cómplice, su compañero y su hermano, era de pronto un fiambre inerte tendido en el suelo de la estancia.

  Desde la última visita del Ministro de Magia, había estado soñando con aquella noche de brujas de 1981. La pesadilla se había vuelto tan recurrente  que revivía cada segundo de la horrible experiencia cada vez que cerraba los ojos. Agradeció que los dementores interrumpieran su sueño.

En aquella mano, con la que solía empuñar la varita, apretaba el trozo de pergamino con el encabezado del profeta. No se separaba de esa página dónde se mostraba la fotografía que delataba al animago. Había estado leyendo el artículo hasta memorizar cada punto y cada coma en él. «Está en Hogwarts » recordó leer,

 —Harry Potter está en Hogwarts.

«Tan cerca de Peter Pettigrew ». 

  Aunque tenía en su mano la prueba irrefutable de su inocencia, era inútil albergar esperanzas de que alguien ahí fuera se diera cuenta. La impotencia ante eso le ofuscaba la mente. Era irónico,  el único individuo vivo, además de él mismo, que sabía que Petigrew era un animago ilegal, era su excompañero Merodeador. Dudaba de que Remus Lupin pudiera llegar a identificarlo. La mayoría de las veces que Peter se transformaba en rata, Remus estaba en estado de licantropía.

Sirius apretó el entrecejo, reflexivo. Se había dado cuenta de algo absurdamente evidente: «Remus tampoco lograría reconocerme». Rió mediante un bufido. «Peter no podría decir nada sin delatarse a sí mismo».

Sirius observó al dementor volar hacia los barrotes de su celda para acercarle la vasija de comida.

  Fue una fracción de segundo cuando desvió la pupila para escrutar la puerta abierta, aquella por donde días atrás había visto a Cornelius Fudge salir. Agudizó la mirada para darse cuenta que, más adelante, estaba vulnerable el siguiente pasillo.

Se incorporó y se acercó a los barrotes.

 Cualquiera imaginaría que se trataba de un suicidio aproximarse demasiado a un dementor, el protocolo era esperar a que la criatura decrépita se marchara para ir por la bandeja con la cena.  Pero Sirius, en un impulso osado, desafió el protocolo para comprobar una vieja teoría con un acto de fe.

  Alguna vez, en otra vida, cuando era un estudiante en el colegio de hechicería en Hogwarts había aprendido que Los dementores solo detectaban las emociones de los seres humanos. ¿Qué ocurría cuando se trataban de las emociones de un animal?

Sirius Black EL ESCAPE DE AZKABANWhere stories live. Discover now