ACORRALADO

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El prisionero salió de su ensimismamiento en el momento que escuchó el eco de ese peculiar y lúgubre sonido de absorción tan característico de los dementores, venía desde fuera de aquella pequeña alacena en la que se encontraba, eran un par de vel...

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El prisionero salió de su ensimismamiento en el momento que escuchó el eco de ese peculiar y lúgubre sonido de absorción tan característico de los dementores, venía desde fuera de aquella pequeña alacena en la que se encontraba, eran un par de velos negros flotando tras la puerta, provocando que una película de hielo tapizara la roca empolvada.

Lo habían pillado, habían sentido su nostalgia en ese instante que retomó su figura humana. Devolvió el pergamino a su lugar y buscó con la mirada un rincón donde pudiese esconderse. No había un lugar en ese espacio tan pequeño. 

 Una vez más se transfiguró en perro y notó que ya no eran dos, si no media docena de dementores registrando el corredor. Estaba acorralado. Esta vez los entes negros procuraban congelar con su aliento cada esquina y cada piedra del pasillo. No tardarían en dar con él.

No tenía acceso a llaves, no podía seguir bajando y ni siquiera podía salir de ese pequeño cuarto. Miró por encima de su cabeza, la luz solar que se filtraba por esa pequeña ventana de copete medieval. Era la única salida. 

 Dudaba que pudiera sobrevivir a la altura, sería más sencillo estrellarse con las rocas negras que eran azotadas por la marea, que dar con la profundidad adecuada de agua para sobrevivir. Pero no tenía más opción. Era la prueba de fuego, aferrarse a la libertad o morir en el intento.

Se impulsó con las patas traseras en una zancada lobezna. Un salto potenciado con adrenalina como nunca antes lo había dado, un salto que le hizo atravesar con sorprendente limpieza el umbral de la ventana.

 De un segundo a otro saboreaba en pleno vuelo una fresca luz de libertad. Si moría en ese instante por lo menos sentiría en cada poro de su pelaje negro esa maravillosa sensación de intensa determinación pese al riesgo, una deliciosa mordida de osadía e impulsividad que parecía solo haber degustado en otra vida que ya era ajena y distante a él.

Si sobrevivía, si llegara a seguir respirando después de ese salto mortal, retomaría el camino dónde lo dejó y Azkaban no hubiese sido el final de la travesía, solo un bache en ella. Tendría la oportunidad de terminar de hacer lo que había dejado inconcluso desde hacía doce años y esta vez no cometería el error de dejar vivo a Pettegrew.

Sirius Black EL ESCAPE DE AZKABANTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon