EL PLAN DE PETER

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"Crack"

Lleno de furia y sujetando una varita en un firme puño, Sirius había aparecido a mitad de la calle Charing Cross Road, justo frente el caldero Chorreante. Confiaba que ahí estaría Peter.

Cruzó la entrada y reparó en la euforia comunal. "¡El Señor Tenebroso ha caído!" se escuchaba en cada grito y cada boca. Semejante noticia se había esparcido con presteza, peor que la pólvora. Había tarros, abrazos, brindis, fuego mágico, espuma, lágrimas y risas; pero Black se mantenía más pétreo que nunca.

Respiraba fuertemente por medio de sus fosas nasales a medida que buscaba entre la algarabía a su ex compañero Peter Petegrew. No fue hasta llegar a la barra que le encontró, bajo una túnica con capucha ocultando su cabello rubio, fiel a su naturaleza, pasando inadvertido. Tomaba solitariamente hidromiel, pues tenía varios tarros vacíos frente a él, y todo indicaba que, como Black, prefería mantenerse al margen de la celebración general.

Sirius estiró su mano para alcanzar su hombro, y con brusquedad le hizo girar sobre el banquillo para mirarlo directamente a los ojos.

—¿¡Canuto!? —exclamó con confusa sorpresa. Sirius no gesticuló, ni le devolvió el saludo como anteriormente lo hubiese hecho con un caluroso abrazo.—...¿Lo has escuchado? —Preguntó unos instantes después, ahora fingiendo un entusiasta tono de euforia.— ¡Ha sido derrotado!, Quién-tu...

Sirius no le dio oportunidad de terminar la frase, le propinó un puñetazo a la cara, y se aseguró que este fuera tan sonoro como doloroso. Los presentes más cercanos se inmutaron, otros habían dejado de festejar para notar al joven rechoncho tumbado en el piso. Tan pronto como se marcó una moradura en la mejilla del rubio, los espectadores observaron confundidos al mago agresor, se habían percatado que esto no era una rencilla "típica de tragos". La cazadora de cuero negro, un par de mechas de pelo rebeldes sobre su rostro, el intimidante ademán con el que apuntaba la varita y la mirada que fulminaba con odio al hombrezuelo en el piso, todo le dotaba de un aspecto maligno, casi tanto como si de un mortifago enmascarado se tratase. Los magos más cercanos a Sirius se alejaron de él como si fuese portador de la mordida licántropa. Sin dar tiempo a Peter de hacer nada, se aproximó a paso firme hacia él y tomó sin mucha gentileza el cuello de su gabardina, a continuación, desaparecieron juntos del caldero chorreante sin dar mayor espectáculo al conjunto de magos mirones.

Sirius debía hablar a solas con él antes de hacerle pagar por su traición. Lo había trasladado a Longton Avenue, aquél barrio muggle dónde una vez, cuando estaban enteros, habían jurado como pandilla de amigos permanecer por siempre juntos. Sirius jamás imaginaría que aquél sería el último lugar que visitaría antes de Azkaban.

Aun estrujando el cuello de su camisa, y consciente de que esto le lastimaba, lo estrelló sin soltarlo frente a la pared más cercana. Le aprisionó presionando con el antebrazo el achaparrado cuello debajo de la papada y encajó la varita en su mejilla, cercano a dónde le había marcado el puñetazo.

—¡LOS ENTREGASTE!—Recriminó en un rugido.—A James y a Lily. ¡Los traicionaste!

—No...no... no se de lo que hablas—negó tartamudeante mientras sacudía frenéticamente el rostro con pavor—,Canuto, me conoces yo soy...

—NO VUELVAS A DECIRME CANUTO —ordenó Sirius en un ladrido alto,—¡Y NO TE ATREVAS A DECIR QUE ERES MI AMIGO!, ¡LOS ENTREGASTE!

Los gritos habían atraído a varios muggles curiosos que estaban aproximándose indecisos a la escena. A Sirius le tenían sin cuidado, no despegaba la vista del rubio que era una cabeza y media más bajo que él.

Sirius Black EL ESCAPE DE AZKABANWhere stories live. Discover now