II

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Durante toda la semana Chuuya estuvo pensando sobre la ridícula escena del sábado pasado, por más que meditara sobre ella no encontraba ningún sentido a lo ocurrido. Cuando se lo contó a sus amigos estos estallaron en risas porque para empezar la situación había sido kafkiana y después Chuuya era tan inocente y fácil de convencer que luego de reírse de él tuvieron una oleada de pena por el pelirrojo.

Aún así Chuuya había acordado algo y él era un hombre de palabra, así que lo cumpliría.

Los sábados eran los días más ajetreados en el café, Chuuya no paraba de servir bebidas, pasteles, de recoger las mesas y colocar los libros en sus respectivos sitios. Acababa agotado y lo único que le apetecía al salir de trabajar era ir flechado a casa para descansar.
Pero a partir de hoy se retrasaría una hora por culpa de su nula capacidad para decir no.

Estuvo lloviendo durante gran parte del día, al principio de su turno había unas nubes amenzantes que finalmente trajeron el comienzo de la época de lluvias. Ahora a final del turno de Chuuya, la lluvia caía sobre la ciudad como descargando su ira.
Los días lluviosos ponían melancólico al pelirrojo, no sabía muy bien el porque tan solo se ponía sensible al escuchar la lluvia y al verla caer. Odiaba la estúpida estación de lluvias.

Cuando acabó su turno se puso su ropa normal y se sentó junto al ventanal justo en la parte de la biblioteca esperando al muchacho que se estaba demorando.

— oye Chuuya ¿Cómo es que no vas a casa?- le preguntó uno de los compañeros

— He quedado

El tipo se quedó mirándole como dos segundos y dijo—¿sales del trabajo para quedarte aquí?

— Él puso el sitio.

No le dio más importancia, no quería contar de nuevo aquella historia y desde luego si lo pensaba bien quedar en el café era la mejor opción ni loco se quedaría con aquel tipo a solas.

Tras unos 5 minutos más la campanita del local volvió a sonar, eran pocas las personas que se encontraban ahora allí y la mayoría estaban en silencio o hablaban en susurros para no romper la calma que inundaba el local.

— Buenas tardes—La mirada de Chuuya se dirigió hacia la puerta divisando la silueta alta y delgada del castaño junto al perro.

Vio como sus compañeros le ayudaban a dejar el paraguas y como se paraban a hablar con él, el tipo de antes miró hacia donde estaba Chuuya haciendo que el recién llegado se moviese cuidadosamente guiado por el can color canela hacia donde estaba él.

— Hola— saludó sonriente mirando hacia el frente.

Chuuya se levantó como mecánicamente, no sabía si debía ayudarle o si el chico sabía dónde estaba. Igual se acercó a él haciendo el amago de tocarle el hombro pero el castaño se volvió hacia él.

—Hola Chuuya ¿Cómo estás?

—No me puedo quejar siendo sincero— le dijo mientras le miraba analizandolo

—Te noto la voz cansada ¿Estas cansado, Chuuya?

—Puede que un poco

—No te preocupes lo que tengo preparado para ti no requiere mucho esfuerzo— sonrió genuinamente hacia Chuuya quien juro que el apagado lugar brillo con aquel acto tan simple.

—De acuerdo ¿Quieres sentarte?

—Claro, enseñame donde y te sigo ¡Vamos Ulises!

Chuuya dio una vuelta y volvió a su sitio seguido del castaño, quien era considerablemente más alto que él. Dazai palpó el asiento y se sentó ordenando que Ulises descansase.

Desde tus ojos [Soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora