[a los cuerpos de rubores insipidos.]
el tabaco era solo un cigarrillo
que vomitaba utopías con descaro,
infringiendo cordura sin amparo
al pintar el humo de amarillo.
como la apatía.
la alquimia era solo una banalidad
que erradicaba apologías al vacío,
irrigando caos sin menguar el frío
al prometer paz por amabilidad.
como la entropía.
el altruismo era sólo una huída
que germinaba flora en la aridez,
llenando el mundo de embriaguez
al suavizar con tacto la caída.
como la empatía.
la gente era solo una mentira
que enaltecia vida en su lugar,
aglomerando nervios al jurar
que desatarían sin pudor la ira.
como la vesanía.
la consciencia era solo un pretexto
que civilizaba la ética indeseable,
discrepando todo acto abominable
que surge de los seres sin defecto.
como la agonía.
el cuerpo era solo un artefacto
que infringía el óbito vitalicio,
frenando latidos como un vicio
al metaforizar dicterios con tacto.
como el calor que emana
y regurgita del frenesí ansiolítico;
como vos, como yo.
