Urien se sentía como la primera vez que la invitó a salir: nervioso. El hecho de que ella se viera tan bella, aunado a que sus padres —en especial la terrible señora Malenna— estuvieran cerca de ella, no ayudaba en nada. Pero no podía detenerse. Ian le había dado permiso a acercarse y era algo que no podía desaprovechar. Además, si tomaba en cuenta las cosas de las que se había enterado hacia pocas horas, más que nunca valía la pena acercarse. Quizás, después de todo, sus fantasías pudieran realizarse.
Tragó el nudo que tenía en la garganta e intentó controlar los nervios. Se detuvo frente a los Shumek y sintió las miradas de todos como cuchillos. La señora Malenna lo miraba como si él fuera una mosca en su sopa y el señor Víctor no mostraba ninguna expresión visible, pero por sus ojos cafés fijos en él podía adivinar que le agradaba verlo tanto como a un cliente mala paga. También había otra mujer con ellos, una que guardaba parecido con Glen Stevarius, debía ser Sarah Stevarius, había escuchado a Kenna hablar de ella una o dos veces, pero de eso hacía mucho tiempo. Ella lo miraba de forma diferente a los Shumek, era más con una especia de curiosidad y reconocimiento. Como si supiera con exactitud porqué él estaba allí, pero aun así tuviera la necesidad curiosa de presenciar el desenlace. Urien podía decir incluso que parecía como si Sarah estuviera teniendo gratos recuerdos al verle.
Pero la mirada que más nervioso le ponía era la de ella: Kaya, su Kaya. Él sabía que Ian no terminaba de entender lo que esa chica era para él, pero estaba profundamente agradecido de que su hermano hubiera cedido a pesar de eso. Eso solo demostraba que el afecto seguía presente y era más poderoso que otras cosas.
—Buenas noches.
—Buenas noches, joven —contestaron Víctor y Sarah al unísono, solo ellos. Kaya sostenía un pan en la mano, estaba mordisqueado y Urien podía ver crema azul en el interior del pan, un alimento originario de Sueño.
—Eso sabe mejor si lo acompañas con un jugo de ciruelas cristales. —La muchacha no contestó, se quedó allí mirándolo—. Son una fruta originaria de Agua, son muy dulces y... —No sabía qué más hacer o decir, se sentía como un muchachito, balbuceando.
—Ya tomamos uno de eso —intervino la señora Malenna, con una mueca nada amigable—. Y la verdad es que no me gustó.
—Malenna, ¿sabes qué vi en el puesto de Sue? Esas bayas azules con chocolate que te encantan. Ven vamos.
Esa fue la tía Sarah, que arrastró a la señora Malenna con ella. Urien se maravilló. Quizás la tía Sarah era la única persona en todo el universo que podía hacer aquello. La señora Malenna se dejó arrastrar entusiasmada por la promesa de un dulce, pero lanzando una que otra ocasional mirada de desconfianza hacia él. El señor Víctor puso una mano sobre el hombro de su hija.
—Voy a buscar a Glen por la zona, Sarah está un poco preocupada.
Kaya asintió y su padre se alejó, aunque Urien podía jurar que lo último que planeaba era buscar a Glen, pues se quedó frente a los músicos oyendo la canción que tocaban y moviendo un pie. Era increíble. Parecía que las estrellas confabularon a su favor para dejarle el camino limpio. Tenía tantas cosas que decirle a Kaya, pero nada le salía, además, más que hablar, lo que deseaba era tomarla en sus brazos y besarla hasta quedarse sin aliento. Por supuesto no podía hacer eso, no delante de toda esa. No delante de los Ceann y el Embajador Sueño, de los Shumek, aunque cuando la miraba a los ojos, podía jurar que ninguno de ellos importaba.
—Sé que debes estar odiándome, pero quiero que sepas que las razones que te di para terminar, no eran ciertas. —No contestó, siguió allí con su pan a medio comer en la mano. ¿Le creía? Urien lo dudaba—. No sabía qué hacer, Ian había descubierto lo nuestro y me amenazó. Pensé que si te decía la verdad ibas a sugerir que fuéramos más discretos, pero eso con Ian no funciona. Él es muy minucioso. De hecho lo fue todos estos días
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Voluntad de Tierra [Razas #1]
Science FictionPRIMERA PARTE DE RAZAS. El planeta Tierra no es el único habitado y forma parte de una organización llamada La Hermandad, que se encarga de mantener el orden entre los habitantes de los cuatro planetas que la conforman, con reglas muy específicas: L...