Glen siempre pensó que después de su primer beso solo habría paz y felicidad. No fue así. Cuando se separó de Bastiaan, él sonreía y sus ojos negros parecían brillar en la oscuridad. Ella también sonreía, algo apenada por la intimidad del momento, pero entonces un grito cortó la noche. Ni siquiera habían notado que de la plaza ya no llegaba ruido, incluso puede que nunca fueran consientes del terrorífico silencio, porque solo supieron que algo sucedía cuando gritos y disparos llenaron la noche.
—¿Qué es...? —La voz de Glen salió con un ligero temblor. Bastiaan estaba ya en movimiento, recogió la mochila del suelo y tomó la mano de Glen.
—No te separes de mí.
—¿Qué está sucediendo?
Él no contestó. Caminaron con sigilo, la mochila tras la espada de Bastiaan y su agarre en Glen bastante fuerte. Los gritos eran horribles y luces parecían danzar en la noche. Bastiaan gritó una advertencia y arrojó a Glen tras él, un segundo después una especie de electricidad golpeaba un árbol, Glen pudo ver la electricidad envolviéndolo y luego haciéndolo estallar en llamas. Bastiaan se había cuadrado en frente de ella, un hombre apareció. Tenía cabello blanco y la piel muy pálida. Cargaba un arma que amarraba con una correa a su pecho y parecía muy pesada. Bastiaan movió sus manos, tomó las llamas del árbol y las dirigió hacia el sujeto que las esquivó, para luego accionar su arma lanzando más de aquella electricidad, Bastiaan se agachó y Glen pudo sentir la corriente de aire rosándola. Se agachó todo lo que pudo en el suelo y a tiempo pudo ver a Bastiaan por fin envolver al sujeto con llamas.
—¡Vamos! —Le gritó mientras la tomó de la mano y la levantó, a poco tiempo de empezar a caminar Glen notó que Bastiaan ya no se dirigía hacia la plaza, sino que se internaba en el bosque. Frenó la avanzada, haciendo que el muchacho se girara a verla.
—¿Qué haces? ¡Debo ir a la plaza! —El ruido de gritos y disparos seguía llenando la noche y se podía escuchar cómo la gente corría internándose en el bosque.
—No podemos ir ahí, es peligroso.
—Mi tía esta allá y Kaya. ¿Cómo sabes que no es más peligroso hacia el bosque?
—Porque el ruido viene de la plaza. —Bastiaan la haló, intentado reanudar la marcha, pero Glen no se movió, sentía el miedo presionándole el pecho y la garganta.
—Mi tía, tengo que buscarla. —Bastiaan parecía impaciente, pero aun así pareció pensarlo. Vio tras Glen y luego de nuevo a ella.
—Bien. —La tomó por los brazos y la condujo hacia un grueso árbol. Parecía que quería ocultarse allí solo por unos segundos. La espalada de Glen pegó contra la corteza y el soltó la mochila de sus hombros, rebuscó en su interior y extrajo una pistola—. Toma, una pistola normal. Iré a tu lado todo el tiempo, pero si uno de esos Eidans se acerca, disparas.
—¿Eidans? —Glen tenía una vaga idea de ellos. Hasta donde sabía existía un quinto planeta que no formaba parte de La Hermandad, ella no estaba cien por ciento segura pero creía haber escuchado alguna vez que se hacían llamar Eidans. ¿Eran ellos los que parecían estar atacándolos? ¿Aquel sujeto pálido al que Bastiaan había vencido era un Eidan?
—Sí, Eidas. Son albinos, y estarán armados. Vamos.
Se encaminó hacia la plaza. Glen le siguió, nunca había usado un arma, pero entendía el funcionamiento básico, además Bastiaan había retirado el seguro antes de dársela. La aferró, con el dedo en el gatillo y mirando en todas direcciones, corriendo detrás del chico. Podía sentir las ramas de los arbustos arañarles las piernas y maldijo no haber escogido unos pantalones en vez de aquel vestido regalo de Kaya. Tragó, Kaya, ella también debía estar en la plaza, apretó el paso, con el corazón martillándole en el pecho y rezándole a las estrellas porque todos estuvieran bien.
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Voluntad de Tierra [Razas #1]
Science FictionPRIMERA PARTE DE RAZAS. El planeta Tierra no es el único habitado y forma parte de una organización llamada La Hermandad, que se encarga de mantener el orden entre los habitantes de los cuatro planetas que la conforman, con reglas muy específicas: L...