I. Plaga

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Florencia, 1632

Oigo los sollozos ahogados de mi madre y en pocos segundos entiendo lo que significa. Mi padre ha terminado de hacer las cuentas del mes... Y la familia sigue perdiendo dinero. La situación había sido así durante los últimos dos años. Antes mi familia tenía dinero, tierras y podíamos permitirnos ciertos lujos. Todo eso había cambiado con la llegada de la Plaga a Italia.

Hay quien dirá que podíamos considerarnos afortunados por no haber llegado a formar parte del recuento de víctimas de la mortal epidemia. Por no formar parte de esos cascarones vacíos que eran visitados por los doctores que portaban sus negras máscaras de picos afilados. Pero muchas veces llegué a desear que la Peste Negra se hubiera hecho cargo de nosotros.

Muchas personas de mi natal Florencia murieron durante la epidemia y otras tantas huyeron, en busca de una vida mejor. Mi padre se negó a dejar la casa y huir, trató de ser optimista y tranquilizarnos, diciendo que con los avances producidos durante la época posiblemente se encontraría pronto una solución al creciente número de víctimas. Todavía no sé si sobrevivimos por fortuna o porque el destino tuviera un plan más cruel reservado para nosotros

La epidemia sólo fue el inicio de aquel descenso. Mi padre, uno de los banqueros más importantes de la ciudad, perdió a todos sus clientes, bien porque la muerte llamaba a sus puertas o bien por su huida en busca de una vida mejor. Debido al descenso de la población y a los gastos necesarios para frenar la epidemia, los precios e impuestos no paraban de subir, incluso para las familias adineradas. Eso se sumó a la falta de ingresos, obligando a mi familia a vender tierras y a renunciar a lujos. Un día fuimos una de las familias más prósperas de Florencia. Hoy podemos considerarnos afortunados de seguir teniendo un techo

Mi hermana mayor ya no vivía con nosotros. Se había casado, poco antes de que la epidemia se iniciase. Durante un tiempo, la dote otorgada por la familia del novio fue una gran ayuda para seguir adelante, pero incluso ese dinero tenía que acabarse. Además, recientemente mi hermana y su nueva familia habían pasado a formar parte del conteo de muertos. La plaga se llevó a una de las mejores personas de mi vida, al hombre con el que se había casado y a su hijo, de apenas unos meses

Sé que mis padres han hablado con otra familia para organizarme un matrimonio concertado y conseguir algo de dinero. La verdad es que tengo ya 16 años, a esta edad ya tendría que haber estado casada e incluso esperando un hijo... Pero la epidemia ha cambiado todo, incluso las costumbres sociales

Mi padre entra en la habitación, alcanzo a vislumbrar un papel arrugado en su mano

"Beatrix, aléjate de la ventana y cierra la cortina" dice mi padre con severidad

Me levanto suspirando y hago lo que me ha pedido. Hace algo más de un año surgieron rumores de que la peste podría ser transmitida por el aire. Desde entonces nunca podemos abrir las ventanas en casa. Mi padre le lleva aún más lejos y obliga a mantener todas las cortinas cerradas en casa

"¿Qué sucede, padre?" pregunta tonta por mi parte, la seriedad de su rostro ya dice que son malas noticias

"Enrico Cavalcanti ha muerto" responde secamente mientras me tiende la hoja de papel arrugado

Calvancati.... ¿De qué me suena ese nombre? Al cabo de unos segundos me doy cuenta de que es el nombre del hombre con el que me habían comprometido

"Y su único hijo es demasiado joven para poder llevar a cabo un compromiso con él" añade "Además, la familia sigue perdiendo dinero... Me temo que tendremos que vender algo más" 

Mi rostro palidece al pensarlo. Había dos cosas que no estaba dispuesta a perder. Cuando veo a mi padre avanzar hacia mi, cubro instintivamente con las manos el broche de plata y perlas que me había regalado mi hermana. Mi padre lo coge sin apenas hacer esfuerzo y, de un tirón un tanto violento, lo suelta de mi vestido

"Necesitamos el dinero. Quizás nos dé para un par de semanas"

Contengo las lágrimas mientras veo a mi padre salir de la habitación. No entiendo por qué soy yo la que debe renunciar al broche de m hermana. Sabía que él guardaba en su estudio un antiguo astrolabio que posiblemente valdría diez veces más que el broche ¿Por qué no lo vendía, si sólo lo tenía de adorno?

Sólo esperaba que pronto acabase todo esto. La situación se volvía cada vez más difícil de soportar. Quizás esté pidiendo un milagro

LÁGRIMAS SILENCIOSASWhere stories live. Discover now