Carácter

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Día y noche, caos y orden, Yin y Yang, vida y muerte y así todo, absolutamente todo tiene su contraparte dentro de su individual naturaleza, manteniendo así el constante equilibrio y perpetuando la eterna homogeneidad de la vida. Si algo existe es porque en alguna parte del mundo hay un opuesto que lo complementa.


Las personas no son indiferentes a este principio, y es debido a ello que nos percatamos de cómo es posible caer con facilidad en el vulgar error de creer que una yuxtaposición de dos almas dará estabilidad y será para siempre... y nada más lejos de la simple realidad de que es el complemento de ellas lo que atribuye la cualidad de equilibrio y continuidad.


El hombre está conformado de una serie de principios que han sido alimentados desde su más temprana edad, es ahí cuando el cariño de una madre amorosa o el rigor de un padre protector comienzan a formar el carácter en ese pequeño ser y que al final acabara rigiendo su vida.


Es en el carácter de cada uno que se ve reflejada su personalidad y así mismo su forma de interactuar con los demás y la manera de responder a determinados estímulos.


A Gabriel Agreste se le había tachado de ser excesivamente severo, un obseso de la perfección, tosco, huraño e incluso desagradable. Era verdad que el diseñador no era una pera en dulce y su carácter cuanto más podría considerarse "difícil". Pero nadie se preguntaba porque, tan solo se limitaban a verlo como un objeto de escaparate donde verter sus críticas.


El siempre fue consciente de su carácter duro y exigente pero que podía hacer si era parte de su ser, así lo habían enseñado y era referente de su fuerte personalidad. Fue con el paso de los años que los golpes recibidos para llegar a donde estaba en lugar de conseguir suavizarlo lo volvieron intransigente en sus juicios. Así era el carácter del insigne diseñador era una apisonadora que pasaba sin reparo sobre cualquiera que no estuviera a la altura de sus expectativas.


Así era el carácter de Gabriel, una oscuridad que se perdía en sí misma, una ruda retorica de él mismo falta de ecuanimidad que se abocaba a su propia destrucción. Pero al igual que un cuento de hadas un día la luz que iluminó con intensidad esa obscuridad apareció reflejada en dos hermosos ojos verdes.


Aquel muro de rigor se derrumbó ante la cálida sonrisa, sus defensas de picas cayeron al suave tacto de su piel, su necedad aferrada claudicó ante el vehemente acto de juicioso criterio y su tenaz sinrazón se vio opacada ante la lúcida causa justificada.


Ella era el susurro que calmaba al indomable carácter de Gabriel y él al fin estaba en paz consigo mismo porque al encontrar a Emilie había encontrado la parte que lo completaba.

FIN

Junio con GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora