1.8 El tono heróico

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Octubre de aquel segundo y último año en St. Regis fue un hito en la vida de Amory. El partido con Groton se jugó desde las tres de una tarde chispeante y alegre hasta un enervado y otoñal crepúsculo. Amory, de medio centro, exhortando a sus compañeros con salvaje desesperación, ensayando imposibles maniobras, gritando órdenes con una voz que había quedado reducida a un áspero y violento rugido, sabía con todo sacarle el jugo a aquel ensangrentado vendaje alrededor de su cabeza y al esforzado y glorioso heroísmo de tantos miembros y cuerpos doloridos que se zambullían para golpearse entre sí. Durante unos minutos el coraje corrió como el vino en una tarde de noviembre, sintiendo en su interior al eterno héroe, el pirata sobre la proa de la galera nórdica, Rolland u Horacio, sir Nigel o Ted Coy, arañado y hecho jirones pero volviendo siempre a la brecha para rechazar la horda, mientras a lo lejos una tormenta de entusiasmo... hasta que, magullado y deshecho, pero siempre esquivo, después de dar toda la vuelta a la línea regateando y cambiando el paso y con los brazos extendidos..., cayó tras la meta del Groton con dos hombres agarrados a sus piernas, en el único tanto del partido.

A este lado del paraíso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora