Cap 2. Roces del destino

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—¡Me voooooy!~

La dulce voz de Blood sonó mientras salía a paso acelerado por la puerta.

Debía llevarle un paquete a un pariente. Eso era algo que solía hacer bastante a menudo. Pan, queso, zumo de frambuesa... ¡Todo aquello eran cosas que le encantaban! Pero no podía comérselas. Alvin tenía suerte, sin duda. Pero bueno, al menos podría charlar un rato con él. Siempre era interesante saber qué le contaba. Parecía saber mucho. Y también le daba mucha pena que se encontrase tan solo. Al parecer todo el mundo le temía, aunque el pelirrojo no sabía el porqué. Más no importaba, él se encargaría de darle compañía.

Iba caminando tan tranquilamente con aquellos pensamientos rondando su cabeza, bañado por los rayos de sol. El astro rey brillaba desde el punto más alto, transmitiendo su calor a todos. Aquellos radiantes días eran lo que Blood más amaba. También adoraba escuchar el piar de los pájaros, acompañado de algún que otro ruido procedente del bosque o la vegetación que se encontraba a los laterales del camino. Seguramente se trataría de pequeños animales salvajes. El pelirrojo se imaginaba conejitos esponjosos y achuchables correteando por ahí...

En resumen, hacía un espléndido día.

Entonces una persona de aire siniestro salió a su encuentro de ninguna parte. Se trataba de un joven moreno de ojos verdes y tez tostada que llevaba una caperuza negra prácticamente idéntica a la del pelirrojo, por sorprendente que pareciera.

Blood, lindo Blood

Al oír aquella escalofriante voz el pelirrojo se sobresaltó como un gato, erizándosele el vello del cuerpo. Casi parecía un sonido procedente de otro mundo. Sin embargo, al pararse a mirar de quien se trataba, descubrió que tan solo era un chico normal y corriente como él. Entonces su habitual y enorme sonrisa apareció en sus labios. Era un joven desconocido, pero a la vez se le hacía extrañamente cercano. Por algún extraño motivo, le daba la sensación de haberlo visto antes.

–¡Hola! —le saludó con un aire amigable, parándose a mirarlo más detenidamente con aquella duda aún rondando por su mente—. ¿Nos conocemos?

Mientras tanto, el joven moreno lo observaba atentamente, prácticamente como si lo estuviera examinando en silencio sin ninguna razón en concreto.

Llevas una bonita caperuza roja. Y esa cesta... Es para alguien, ¿no es así?

—¡Si! ¿como lo has sabido? ¿Puedes leerme la mente? —saltó el chico bastante impresionado. Lo miraba fascinado, sus ojos rojos brillaban con notable ilusión—. Es para un pariente, voy a llevárselo ahora... ¿Quieres acompañarme? —Le ofreció amablemente aunque después recapacitó un poco. Era bastante impulsivo y siempre se lanzaba sin tener en cuenta a los demás. Era algo que debía cambiar—. Bueno, s-solo si quieres... —continuó en un tono nervioso—. A lo mejor estás ocupado...

El joven de tez oscura rió suavemente.

Tu caperuza es roja... Como las flores de Lycoris.... —entonces una idea se le pasó por la mente. Era la ocasión perfecta—. Cerca de aquí crecen muchas flores. Podemos ir a verlas. Además seguro que si coges un ramo y se lo llevas a tu amigo junto con lo que traes en la cesta, seguro que lo animarás mucho más.

—¡Sí! —no dudó ni un segundo. El chico había dado en el clavo, le encantaban aquellas flores, demasiado. Seguro que a Alvin también le haría ilusión recibirlas. Se pondría muy feliz y eso le haría feliz a él también. Todo marcharía bien, Blood no pensaba aquello pudiese salir mal—. ¡Llévame por favor!

El moreno se sorprendió de lo rápido que aceptó la propuesta. Era ridículo a la par que divertido lo fácil que era convencer a ese chico. Demasiado inocente.

Lycoris ElegyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora