The Dog [FANFIC]

El regalo (2)

—¡Sorpresa! —gritaron todos, algunos con más ganas que otros.

Peter puso su mejor cara de sorpresa aunque ya sabía la existencia de la fiesta, una desventaja de tener una audición mejorada.

—¡Wow! —exclamó apreciando la comida que había en la mesa —. ¡Muchas gracias!

—Awww, no es nada Peter. ¿Por qué no abres los regalos? —le sugirió la CEO de industrias Stark.

Peter se dirigió a la mesa de regalos con nerviosismo, tomando un paquete rojo y azul de los cinco que había.

—¡¡¡UNA NINTENDO SWITCH!!! ¡¡¡GRACIAS, GRACIAS SEÑORITA POSTS!!! —gritó emocionado, agitando la cola y abrazando a la mujer.

—Ay! Eres un encanto Peter —. Correspondió al abrazo —.
Te lo mereces.

—Ahora el mío, ahora el mío —sugirió el Coronel, extendiéndole una caja blanca y plateada.

El menor lo cogió, lo agitó y tras escuchar el ruido de metales chocando lo abrió.

—¡¡¡UNA CAJA DE HERRAMIENTAS SUPER PELIGROSAS PARA UN NIÑO DE 16 AÑOS!!! —gritó a medida que mostraba la caja con piezas de Industrias Stark—. ¡LE ADORO SEÑOR RHODES!

—No es nada, no es na...

—¡DAME ESO PETER! —gritó Pepper arrebatandole el regalo—. ¿Cómo se te ocurre darle esto Rodhes?

El mencionado únicamente se encogió de hombros ante la pregunta, la cual posiblemente era retórica.

Peter cogió el más soso de los tres regalos que quedaban, uno beige con una cinta marrón, que parecía que se había envuelto con la intención de que fuera aburrido, quizás de forma no intencional o sí.

El más joven quitó la cinta y abrió la caja, en la que encontró un reloj de pulsera.

—Es para que no llegues tarde a las cosas —aclaró Happy ante el sepulcrar silencio.

—Oh... ¡Gracias! Lo usaré correctamente.

Peter fijó su rostro en los dos últimos regalos que quedaban. Un rectángulo plano verde con cinta roja y un cilindro rojo con estrellas amarillas. Escogió el primero.

—¡Un portátil de último modelo! Gracias Visión.

—Denada, supuse que te serviría para los estudios.

—Bueno, ahora solo queda mi regalo —dijo Tony—. ¿Por qué no lo abres?

Pepper se alarmó cuando Peter cogió el regalo, que ella se molestó en meter en una caja, y abrió la tapa.

—¡UN HUESO GIGANTE! —gritó Peter al sacar un peluche de dos metros de largo.

—Si no te gusta te aguant-

—¡ME ENCANTA! —gritó Peter para abrazar el hueso y mordisquearlo.

Aquel día Tony entendió una cosa: los perros huérfanos con superpoderes eran demasiado ingenuos.

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—Rhodes...

—¿Si?

—Me parece incleíble que le haya gustado el regalo.

—¿Verdad?

—¡Era un jodido hueso de peluche gigante!

—Gigante, sí.

—Es como si le regalaras un sombrero de mariachi a un mexicano.

—Exacto.

—Y para colmo Pepper me obligó a fingir que estaba feliz de que estuviera aquí.

—Sí, una crueldad.

—¿Me estas haciendo caso?

—Desde luego, continua.