1898 - Capítulo 4

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Cuando el almirante Cobo, Juan, Gonzalo y Lo Pang, llegaron a la cubierta de mando, fueron conscientes del grado de confusión, miedo y tensión que reinaba en el ambiente. Marineros yendo en todas direcciones; soldados preparando sus armas y provisiones; oficiales revisando partes de mando contradictorios y enviando mensajes por código Morse al resto de la flota para recabar información del extraordinario avistamiento...

—¡Capitán Anselmo, informe! —ordenó el almirante Cobo cuando entró en la cubierta de mando.

—Señor, hemos recibido informes del destructor Furor sobre la flota estadounidense. Está compuesta de siete acorazados, tres cruceros auxiliares y un cañonero. Aunque no han entrado a la zona del puerto, bloquean su la salida. En cuanto salgamos de la bahía, nos tendrán a tiro, señor.

—Señor, tengo una idea que me gustaría que considerara —dijo un marinero allí presente.

—Claro, capitán de navío Bustamante. Hable con libertad —dijo el almirante Cobo.

—Según informes del Capitán Villaamil, a bordo del Furor, por la noche solo dos buques estadounidenses vigilan e iluminaban la boca de la salida de la zona del puerto de Santiago. Si decidiéramos hacer una salida nocturna, aunque haya navíos estadounidenses vigilando dicha salida, las posibilidades de pasar inadvertidos y ocultos en la oscuridad serían mayores que haciéndolo a plena luz del día. Incluso propone lanzar un ataque nocturno con torpedos a los dos navíos estadounidenses que iluminan la entrada, para dejarlos fuera de combate y facilitar la huida.

—Imposible —negó con la cabeza el almirante Cobo—. El general Ramón Blanco ha dado la orden de partir de inmediato. No podemos retrasarnos más.

—¡Pero salir a plena luz es una locura, señor! —inquirió el capitán Bustamante—. Tal como es la salida del puerto de Santiago, nos veremos obligados a salir de uno en uno y nos convertiremos en carne de cañón para los norteamericanos.

—¡Lo siento, no puede ser, nos quedamos sin tiempo! —dijo el almirante Cobo.

Gonzalo, que miraba impotentemente la discusión de los dos oficiales, apartó la vista y se volvió hacia uno de los ventanales de la cubierta de mando. Pidió un catalejo a uno de los marineros y le preguntó en qué dirección estaba esa "isla plateada" que había emergido repentinamente. Cuando la localizó, se quedó observándola, ensimismado, intentando adivinar que podría ser. A pesar de que apenas se divisaba una mancha gris, que producía unos pequeños reflejos y destellos, pudo apreciar algo extraño. Gonzalo pudo ver cómo la "isla" empezaba a sumergirse, desapareciendo de su vista a los pocos segundos.

—Algo va mal —musitó Gonzalo.

—¿Cómo dices? —preguntó Juan

—¿Qué has visto? —se interesó Lo Pang.

—La isla se ha sumergido.

—¿Que se ha sumergido? —preguntó Juan.

—¿Que la isla se ha sumergido? —preguntó esta vez el almirante Cobo—. ¡Eso es imposible!

—¡Señor! —llamó uno de los marineros del puente de mando—. ¡Hemos recibo un mensaje en código Morse! Procede del USS New York ¡Es del almirante Sampson!

—¿Qué dice el mensaje?

—Señor, el mensaje dice... leo textualmente: <<No vamos a hacer prisioneros -STOP- En nombre del ejército norteamericano y de la New Century -STOP- Recogeremos lo que nos pertenece de entre sus restos -STOP- Esto será una demostración de fuerza -STOP- No habrá prisioneros>>. Eso es todo, almirante.

1898Where stories live. Discover now