4. El temido dios.

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Como si su encuentro hubiese sido el detonante, las nubes grises comenzaron a tornarse negras y los truenos a ser mucho más constantes. El viento soplaba salvajemente para entonces, moviendo fuertemente los arboles y llevando castigo algunas hojas que no dudaban en arremolinarse.

El chico de negro gruñó de la misma manera en que un animal lo hubiese hecho, exhibiendo un par de medianos colmillos que no había visto antes. Athan, por su parte, se dedicó a mirarle, causando un extraño efecto en el sujeto; algo que ciertamente era aceptación y sorpresa.

  — No has perdido tu toque, D'eath.

 —  No puedo decir lo mismo, Shin—  Replicó, aumentando la presión en sus puños  antes de posicionar su mano abierta frente a si con irreverencia. Unas filosas uñas que bien podían ser garras se interponían entre ambos —  Ahora—  continúo, su mirada aun algo perdida en aquellas monstruosas cosas que me hicieron arrastrarme lentamente hacia atrás  — lárgate de aquí antes de que salgas lastimado.

¿Qué mierda estaba ocurriendo?

El oscuro chico que había respondido al nombre de Shin rio por lo bajo, subiendo una de sus mangas y mostrando una morada y ancha linea que se extendía a lo largo de su antebrazo. Como si una serpiente se hubiese enrollado en él y cortado la circulación.

  — Ahora soy más poderoso —  soltó en una nueva risilla que pasó un escalofrió por mi espina. Había algo descabellado en su mirada que junto a su burlón tono me daban una mala sensación. El ceño del rubio se frunció al verlo — Así que en vista de tu situación te recomiendo me des a la chica y vuelvas a tu ratonera.

  — Ahora que lo dices, las otras ratas dicen extrañarte —   gruñó Athan, justo en el momento en que un gruñido de mayor magnitud resonó en respuesta.

Lo siguiente que vi fue un fugaz y por poco inhumano giro del chico ante lo que recién se le había abalanzado, logrando desviar su ataque y hacerlo dar contra un árbol frente a ellos.

Un gran lobo se incorporaba tras el golpe. Sus ojos rojos contrastaban con el pelaje de un gris claro que a la altura de su pata delantera se veía interrumpido por una mancha negra que la rodeaba hasta su vientre. Su posición era de ataque y no dudó en comenzar a rodear a D'eath sin perderle de vista.

Mis temblorosas manos volaron con rapidez al tronco, intentando ponerme en pie sigilosamente dispuesta a correr.  Si bien era verdad solía ser temeraria e impulsiva, no podía ignorar la idea de que la sangre en la que me encontraron bañada cuando pequeña, había sido producto de un ataque de los lobos. O por lo menos eso era lo que me habían dicho.

No estaba dispuesta a dejar a  Rai solo.

  — Vamos, mutable. Dame algo digno de enfrentar — Soltó una voz que parecía hacer eco en el lugar. Proveniente de ningún lado en particular pero que definitivamente pertenecía al chico que antes se encontraba con nosotros y de momento había desaparecido  

O eso quería creer. 

  — Dices no haber cambiado —   continuó en medio de los gruñidos. Athan mantenía sus manos abiertas y listas para defenderse, las notables garras sobresaliendo a manera de alerta conforme se ocupaba en encararle — pero ahora eres un cobarde. No hay ni rastro del dios que todos temían.

El rubio chistó con fastidio y justo cuando le iba a contestar, el sonido de las ramas bajo mis pies logró alertarles. Mi cuerpo se tensó en medio del lugar, apenas logrando haber dado un par de pasos hacia el espacio entre dos arboles por donde planeaba escapar. Me erguí, sintiendo mi corazón latir con una increíble fuerza, pero para nada dispuesta a demostrárselos. 

MutableWhere stories live. Discover now