10

234 19 2
                                    

Cece

Jung, que actuaba como si estuviera mirando su teléfono y cambiando cosas de sitio detrás de la barra, estaba realmente interesado por lo que estábamos contándonos.

Probablemente habría sacado un par de fotos y ya estarían rondando por ese grupo que habían apodado ''potencial trainees''. A estas alturas, casi cuarenta minutos después de habernos sentado, ya lo sabría todo el mundo.

-¿Por qué no vais a pasear al parque? Seguro que se está mucho mejor que aquí dentro, hace un día precioso- la expresión de sorpresa de Johnny al oir la voz de Jung a sus espaldas fue adorable.

-¿Te apetece, C?

-Claro, todo sea por alejarme de ese pesado- y, como si tuviera cinco años, le saqué la lengua a Jung-. En serio, si la gente sigue acortando mi nombre me voy a quedar sin él.

Los dos rieron con mi comentario. No lo había pensado como una broma pero oir sus risas me hizo sonreir también.

Jung cogió mi muñeca antes de que pudiera salir y me dio una advertencia lo suficientemente cómica para que se me escapara una carcajada que debía haber escuchado todo el vecindario. '' Sé que te gusta y todo eso... Pero que yo confíe en él no significa que los heteros no sean gilipollas. Ten cuidado ¿vale? A él le he dicho que le cortaría la mano, pero también puedo cortar otras cosas''.

Hacía un día de sol espléndido y brisa agradable, sí que estaba perfecto para pasear por el parque.

Además estaba segura de que Johnny se acordaba de aquel sábado tan bien como yo. Probablemente sacaría el tema una vez llegaramos a la plaza aunque esperaba que él lo hiciera antes.

Sólo imaginar lo incómoda que sería la escena si él no se acordara de mi o de la actuación me hacía querer soltar una risa nerviosa y salir corriendo. Otra vez.

Johnny

En el camino al parque, que estaba solo a un par de calles de la cafetería, el sol brillaba y la brisa contrarrestaba el calor. Cece me estaba contando cómo había sido la evolución de su nombre, que se hacía cada vez más corto.

-En realidad no importa, me gusta Cece, es bonito y todo el mundo parece haberse acostumbrado a él. Incluso mis padres y mis primos más cercanos me llaman así.

Ella iba un paso por delante de mi. Se dio la vuelta para asegurarse de que no me había quedado atrás y, cuando su mirada chocó con mi pecho y subió lento hasta mis ojos, pude sentir cómo cualquier sentimiento de incomodidad, nerviosismo o timidez se esfumaban y dejaban paso a una sorisa igual que la suya, conforme con lo que estabamos haciendo.

Una vez que llegamos a la plaza se sentó en un banco, dándome la espalda por un segundo.

-Cee...- la llamé. En el momento en el que se giró, con una sonrisa preciosa y el sol iluminándola, la brisa jugando con su pelo y su mano intentando domarlo, saqué una foto que guardaría como un tesoro-. Espero que no te importe, no he podido evitarlo.

-Si salgo mal tendrás que borrarla, John- ella no podía salir mal en ninguna foto, es imposible. Es curioso cómo cuando quiero describirla mi vocabulario se reduce a "preciosa" mayoritariamente

-Sales preciosa, igual que la primera vez que te vi, precisamente aquí. No sé si te acuerdas tan bien como yo, o si quiera si lo haces sin más. Para mí y probablemente el resto de personas que estaban disfrutando del espectáculo, estabas radiante, admirablemente preciosa.

Cece

Me estaba derritiendo, era cuestión de segundos que mi corazón estallara si seguía hablando.

-Deja de decir esas tonterías, Johnny. Mentir está muy feo.

¿Que estaba pasando? Sabía de primera mano que incluso él mismo se consideraba una persona tímida. O bien había cambiado en poco tiempo o estaba viviendo en una mentira.

Estaba tirando piropos cada dos por tres, sutiles o no tanto, y yo no recordaba haber oído de nadie haciendo eso en un primer encuentro, mucho menos alguien coreano. Quizá era ahí donde me equivocaba, yo esperaba el comportamiento del Johnny coreano y no de su parte americana.

Casi a las dos de la tarde, cuando había quedado para comer con el resto del grupo, me acompañó hasta la universidad mientras yo le explicaba por qué ese era nuestro punto de encuentro y no directamente el restaurante al que fuéramos a ir.

Su mano había rozado la mía un millar de veces y no paró de balancearse hasta que yo cogí su meñique. Era una costumbre que ni yo llegaba a comprender, pero era cómodo.

Realmente era cómo si nos conociéramos de toda la vida.

-Bueno, guapa, ya estás soltando por esa boquita absolutamente todos los detalles de tu cita- dijo Jung una vez que ya me había despedido de John-. Por cierto, también me tienes que dar las gracias por ser un genio y conseguir que coincidierais.

La avalancha de preguntas llegó cuando, después de tener que agradecer a Jung, no empecé a hablar.

Wait... I know you! -NCT JohnnyWhere stories live. Discover now