Capítulo 23

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Hacía una hora y media que Tom había llegado de fuera. Hastings lo había visto recorrer la casa, eufórico, bajar y subir las escaleras unas mil veces en los últimos minutos. Estaba empezando a marearlo. Había golpeado los sillones, tirado cosas por la ventana, pateado la pared e incluso golpeado su cabeza contra el muro. Lo miró boquiabierto, a ese paso se colgaría de la terraza con una soga en el cuello.

― ¿Qué le pasa? ―preguntó Geert señalando a Tom al bajar las escaleras.

―No sé, está así desde que llegó ―respondió Hastings para luego llenar su boca con papas tostadas de un paquete.

― ¿No te ha dicho nada? ―indagó Geert mientras intentaba sacar unas papas de la bolsa de Hastings.

―No, solo ha dado vueltas como esquizofrénico en un ataque desde que llegó.

― ¡Tom! ―gritó Geert con su boca llena de frituras.

― ¡¿Qué?! ―respondió él con un grito de furia, sus ojos estaban rojos gracias al arraigado enojo que lo inundaba.

― ¿Se puede saber qué diablos te sucede? ―preguntó Hastings.

― ¡No! ¡No se puede! ―gritó de la misma forma para luego salir de la casa y cerrar la puerta con gran estruendo.

Hastings y Geert intercambiaron miradas de confusión, Hastings subió los hombros, tomó su paquete de frituras y subió a su habitación, desinteresándose por el asunto.

―Voy a acabar con ese mesero de una vez por todas ―cerró con furia la puerta de su auto―. Estoy harto de que intente separarme de Jesse.

Arrancó su auto y pisó el acelerador a todo lo que daba, haciendo su auto derrapar al salir. No bajó la velocidad, condujo a todo lo que podía controlar hasta llegar al restaurante en que Daniel trabajaba.

Aparcó su auto a la mitad del estacionamiento sin importarle obstruir el paso, bajó del auto e ingresó al restaurante.

―Señor Kepler... ¿En qué le podemos ayudar? ―preguntó Shönn.

― ¿Dónde está Daniel? ―preguntó sin rodeos.

―Él acaba de terminar su turno, se encuentra en los vestidores ahora.

― ¿Dónde es eso? ―preguntó Tom.

―Es por aquella puerta ―señalándola―; solo se permite ingreso a personas autorizadas.

― ¡No me importa! ―le gritó Tom para luego atravesar el restaurante e introducirse por aquella puerta.

― ¿Qué haces aquí? ―preguntó Daniel al verlo entrar.

Tom enseguida fue hasta él y lo empujó contra una de las paredes, dispuesto a pelear.

―Vine a advertirte que dejes de meterte entre Jesse y yo ―amenazó Tom.

Daniel se irguió, aquello lo dejaba por encima de Tom, era más alto y musculoso que él y, no, no le tenía miedo.

― ¿Tu y cuantos más enanito? ―preguntó Daniel con sarcasmo, sintiendo la amenaza de Tom más como una burla.

―Conmigo es más que suficiente ―dijo Tom.

―Si no fuera porque le prometí a Jesse que no haría nada estúpido, en este momento, te partiría la cara Kepler ―dijo Daniel mirándolo a los ojos, conteniendo su furia y, aun así, demostrándosela a Tom con cada palabra de aquella oración.

El gerente del restaurante ingresó a la habitación encontrándose con aquella imagen, las miradas de ambos decían que estaban muy dispuestos a pelear hasta morir.

Dirección Indefinida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora