Capítulo 7

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Los días pasaban con normalidad, la escuela había roto todas mis espectativas, era fantástico estar ahí, las horas se sentían minutos, las tareas parecían juegos y los maestros estaban muy cerca de decirse amigos.

Sin embargo no todo era maravilloso, en días pasados había notado que el profesor Phantom se había distanciado considerablemente de mí.

Después de lo ocurrido cierto día lo noté alejarse.

***Flashback***
Y aquí estaba de nuevo, sentada en el hermoso banquillo tocando el hermoso piano, el profesor no estaba ahí, seguramente estaba dando clase.

Terminé de tocar y salí del salón, me acerqué a un barandal y recargue mis brazos en él, dirigí mi vista hacia la nada y suspiré.

—¿Qué haces aquí tan sola?

Y de nuevo esa voz, esa dulce, grave y melodiosa voz invadía mis sentidos.

El profesor Phantom también recargaba sus codos sobre el barandal y miraba en la misma dirección que yo.

—Tengo hora libre, y Anthony respeta cuando quiero venir a tocar— expliqué.

Él me miró pensativo, examinando mi rostro, como si estuviera buscando la respuesta a alguna duda que estuviera fabricando su mente, hasta que sus labios formularon la pregunta.

—Lizzy, ¿Por qué es que cantas?

Yo desvíe la mirada de sus ojos al azul cielo, suspiré y finalmente respondí.

—Presiento que las veces que ha preguntado eso, la mayoría de personas que están aquí han respondido que lo hacen en busca de la fama y el dinero... pero yo no pienso en fama, no pienso en dinero; yo canto... porque de alguna manera, sin la música yo me siento incompleta, porque cuando canto, es como si el mundo a mi alrededor desapareciera, y sólo entonces puedo ser yo misma. La música es parte de mi, es parte de lo que soy, y si me dieran la oportunidad de cantar toda mi vida, aún sin paga, de todas formas lo haría, el dinero no vale nada comparado a la libertad que siento al escuchar las notas sonar— no supe en que momento mis ojos se cristalizaron, una lágrima recorrió mi mejilla y le siguieron muchas más, en poco tiempo mis mejillas estaban empapadas. El profesor secó mis lágrimas con sus dedos, cerré los ojos al contacto, de pronto sentí como se alejaba, abrí los ojos y lo ví mirarme con el ceño fruncido y la respiración agitada, estaba haciendo aire y éste movía su cabello.

Negando insistentemente se disculpó y se fue de ahí, dejándome confundida.

***Fin del flashback***

Desde ese día procuraba no toparse conmigo en el pasillo, al menos eso parecía, porque en clase también había cambiado, digo, no era como que tuviera un trato preferencial conmigo (¿O si?) Pero ya no comentaba nada después de clases, dejó de ir a la sala de música a escucharme tocar y aunque a veces lo veía mirarme desde lejos, en cuanto se daba cuenta desviaba la miraba.

Aunque me costara admitirlo, aquello me dolía, las palabras de Anthony y las chicas eran ciertas; estaba completamente enamorada de ese maestro, lo ocurrido me hizo darme cuenta, demasiado tarde, que sentía algo por él, y la manera en que las cosas estaban tomando curso no me gustaba para nada.

—¿Qué?— pregunté a Anthony que me miraba expectante.

—Creí que le ibas a decir todo— yo bufé al escucharlo.

—Ha estado raro estos días, tal vez lo mejor sea que no diga nada.

Anthony me recitó por enésima vez su discurso del amor prohibido, que tal vez él también me amaba, que lo veía en sus ojos. Decidí ignorarlo.

Pero no podía ignorarlo por mucho tiempo, a pesar de todo, quería decirle, confesarle que lo quería.

Le pedí a Anthony estar sóla, y comencé a caminar por los pasillos de la escuela, volteé a cada puerta por la que pasaba, hasta llegar al salón donde él se encontraba, el salón donde nos daba clase a nosotros.

Toqué la puerta ligeramente y sin esperar respuesta entré.

No había nadie en el salón más que nosotros.

—¿Qué necesitas Elizabeth?

«Elizabeth...» desde hace tiempo ya no me llamaba así.

—Quería hablar con usted— respondí con un toque de duda en mi voz, él no dijo nada, sólo señaló con la palma de la mano un lugar frente a él, indicándome que me sentara, y eso hice.

Me senté y él me miró esperando a qué hablara, pero mi garganta estaba cerrada, las palabras no salían por más que lo intentara.

Cerré los ojos en un intento de darme valor y con el temblor invadiendo mi cuerpo y mi voz comencé a hablar.

—Profesor, quería hablar con usted desde hace mucho y no me daba valor, debo confesar que llevo bastante tiempo ocultando esto y tengo que decírselo.

Él me miró sin entender, su entrecejo estaba fruncido.

—No entiendo, ¿Qué tienes que decirme?

Respiré hondo, me levanté de la silla y le hablé sin quitarle la mirada de encima.

—Estoy enamorada de usted.

Ya estaba hecho, lo había dicho y no había vuelta atrás, el profesor ahogó una exclamación y comenzó a ponerse nervioso, recobró la compostura un momento, fue y cerró la puerta del salón, se acercó a mí.

—Sé lo que va a decir— continué —sé qué tal vez piense que es un amor platónico típico de mi edad, pero puedo asegurarle que no es así.

—Estoy halagado, Elizabeth, de verdad lo estoy, pero no puedo corresponderte, soy tu maestro, y tú eres mi alumna, aparte eres menor de edad. Lo siento.

A pesar de que yo ya me había hecho a la idea de que me rechazaría, sus palabras dolían, creo que nunca se está cien por ciento preparado para algo como eso.

Aparté mi mirada de la suya, de repente el piso se había vuelto interesante, asentí con la cabeza.

—Entiendo— respondí.

—Elizabeth...— intentó acercarse a mí y tocarme pero me alejé antes de que lo hiciera.

—No, descuide, estoy bien, como dice cierto libro famoso, lo único que me queda es respetar sus sentimientos y avergonzarme de los míos— por fin lo miré a los ojos, parecía muy afligido —con permiso profesor.

Y salí del salón.

Mi garganta ardía y sentía pesadez en mi pecho, en algún momento choqué con el torso delgado de Anthony, quien me miró confundido.

—¿Hablaste con él?— asentí —y ¿Qué pasó?

Mi rostro se tornó serio y sentencie.

—Pasó exactamente lo que dije que pasaría.

Comencé a relatar todo a mi amigo, no perdió detalle, después de terminar mi relato él exclamó que era imposible, que él seguía pensando que me amaba.

—Solo deja el tema ¿Sí?— le pedí.

Él asintió muy a regañadientes, pero aceptó al fin y al cabo.

Tomamos nuestras cosas y nos dirigimos a nuestra siguiente clase.

Canto.

«Este será un largo día» pensé y entré al salón.

Las Notas Del CorazónWhere stories live. Discover now