Capítulo dos

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Después de una larga tarde por fin estoy subiendo las escaleras de emergencia camino a mi ansiada cama, Will duerme en mis brazos ajeno a todo, se quedó frito hace una hora mientras yo terminaba de limpiar la cafetería. En teoría yo saldría a las ocho de trabajar y son las once cuando entro por la ventana de mi habitación para dejar a Will dormir en mi cama.

Un grupo de personas llegó diciendo que era el cumpleaños de una de ellos y que debían celebrarlo allí, a Jo les dio pena y les dejó quedarse a celebrarlo. Ella se marchó a las nueve y yo desalojé del local a la multitud a las diez, quedándome hasta hace quince minutos para dejar el lugar limpio.

Poniendo todo mi cuidado en no despertar a Will, le quito el uniforme para ponerle el pijama. Lo tapo cuando acabo y yo suspiro encaminándome al baño, las ganas que tengo de darme una ducha y de dormir son mortales.

Escucho golpes fuera de la habitación y yo miro a mi hermano alarmada, no puede entrar aquí, porque si entra puede pasarle algo a Will. Me armo de valor dirigiéndole una última mirada antes de salir comprobando que siga dormido, salgo de la habitación y cierro la puerta con llave.

Suspiro notando cómo el corazón golpea con fuerza mi pecho mientras comienzo a caminar hacia el salón, veo su sombra moverse por la habitación mientras bebe de una botella, seguramente de alcohol. Me asomo a la habitación y el lanza la botella contra la pared que me protege haciéndola añicos, se tambalea hasta dejarse caer en el sillón para prestar atención al programa que televisan.

-Tráeme una botella de whisky- me ordena, muerdo el interior de mi mejilla mientras me acerco a la pequeña nevera que compró solo para su alcohol.

Le extiendo la botella y me dedica una mirada de asco mientras me observa de arriba a abajo. Agarra la botella, pero antes de que pueda quitar la mano agarra fuertemente mi muñeca para tirar de ella y acercarme a él.

Sé lo que viene ahora, a estas alturas está tan borracho, que me ha vuelto a confundir con ella.

Libera mi muñeca para posar su mano en mi mandíbula ejerciendo una fuerte presión sobre esta, sus ojos dilatados por el alcohol me observan fijamente.

- ¿Por qué me abandonaste Samantha? –pronuncia a duras penas- ¡Yo te quería! - me grita apretando más su agarre en mi cara, su aliento golpea mi nariz dándome ganas de vomitar.

Contemplo al que alguna vez fue mi padre, al que me cuidó cuando era pequeña, siendo actualmente el hombre que me golpea cada noche. Él es una infección, una vez está dentro avanza pudriéndolo todo y hasta que no acabe conmigo, no parará.

Por suerte, nosotros nos parecemos más a nuestra madre que a él, pero la genética es caprichosa y Will tiene el mismo color de ojos que él. La diferencia es que su mirada es pura e inocente, mientras que la mirada de mi padre está llena de odio.

-Me dejaste a cargo de dos niños de mierda que solo dan problemas -dice arrastrando las palabras, por el elevado alcohol en sangre que tiene su organismo.

Me da la primera bofetada tirándome al suelo del impacto, mi respiración comienza a acelerarse y noto como las lágrimas quieren salir, pero bajo la mirada tratando de ahuyentarlas.

No llores, lo prometiste. Por muy dura que sea la paliza, no llores nunca más.

Se levanta del sillón y revienta la botella contra la pared cabreado, me mira tirada en el suelo, completamente indefensa ante él. Antes de tan siquiera hacer un gesto sé cuál es su siguiente movimiento, por lo que me llevo las rodillas al pecho y escondo la cabeza entre ellas tapándome con las manos.

La primera patada me la llevo en la espalda y consigue sacarme el aire de los pulmones con un jadeo de dolor. Me muerdo los labios tratando de acallar mis quejidos de sufrimiento, si alguno de los vecinos me escucha, comenzarán a preguntar y ahí volveremos a empezar. Otra mudanza, otra casa distinta, otro instituto, otro colegio para Will, otro lugar en el que sufrir.

Amores extraños (EN LIBRERÍAS)Where stories live. Discover now