La oportunidad

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Agoney se pasó las siguientes dos semanas pendiente de Raoul, intentando descubrir mágicamente como dar con la forma de acercarse a él, aun y habiendo fracasado durante años de repetidos intentos. ¿Pero qué son cinco años de intentos frustrados contra cinco días de observación?

Quizá una señal. Un aviso. Llámalo X.

Pero Nerea parecía muy convencida de que encontraría la manera de hacerlo, así que Agoney le dio tiempo para que ideara un plan. Aunque lo cierto era que él cada día estaba más convencido que no conseguiría nada y que todo esto solo sería una inútil pérdida de tiempo. Porque después de cinco años, nada iba a cambiar por unos días más. Había intentado hablar con Raoul mil veces y lo máximo que había conseguido era que no le mandara a la mierda por ser un pesado insistente.

El día siguiente a esa primera reunión de estrategia en el piso de Nerea, Agoney llegó al instituto bastante temprano y con cierta ansiedad, nervioso por ver a Raoul. Era una estupidez, era consciente de ello, pero una pequeña voz dentro de su cabeza le tenía en alerta, preocupado de que Raoul, de alguna forma, hubiera descubierto su plan en el transcurso de esa noche.

¿Y si Raoul tenía sueños premonitorios...?

Qué va a tener, por dios, Agoney, no digas tonterías.

Cuando conseguía tranquilizarse y respirar dos segundos y pensar fríamente las cosas, Agoney se daba cuenta de lo ridículo que era todo. ¿Qué iba a saber, si prácticamente no sabía nada ni el mismo? Había un plan que aún no se había ideado y un objetivo que no entendía realmente.

Agoney sabía que nada había cambiado, que Raoul seguía siendo igual de borde y serio y, obviamente, ni sabía ni sospecharía nada. No habían pasado ni 24 horas y no habían hecho absolutamente nada que pudiera alertar a Raoul. Pero eso no frenaba a su corazón, que parecía querer escapársele del pecho, ni su respiración algo agitada.

Cuando entró al aula y le vio ahí sentado, apoyando su costado en la pared y mirando el móvil despreocupado, se le secó la garganta al instante y al tragar saliva casi se ahoga. Para ser una persona tan buena tratando con la gente, Agoney no era especialmente bueno en controlar nervios o inseguridades.

Venga, Ago, ya sabes. A por todas.

Se acercó a Raoul y, conteniendo la respiración, se detuvo justo al final de la mesa que estaba junto a la suya, aún desocupada. Sonrió con (falsa) seguridad y esperó que Raoul alzara la vista. Cosa que no ocurrió.

- Hey, Raoul.

Al dirigirse a él directamente a Raoul no le quedó más remedio que levantar la mirada y reconocer la presencia de Agoney.

Su única respuesta fue mirarle con cara de aburrimiento y desinterés. Lo de siempre.

A por todas.

Agoney decidió que si quería que esto funcionara debería arriesgarse. Quizá si insistía un poquito más al final Raoul cedería. Ese pensamiento le animaba. No tenía mucha esperanza, pero p'alante.

Subió una rodilla a la silla vacía junto a Raoul y se apoyó en la mesa para acercarse un poco a él.

- Ayer no me contestaste, ¿qué tal el verano? -Agoney le preguntó con la sonrisa más grande y honesta y dulce que pudo formar.

Raoul le mantuvo la mirada un momento antes de decidir que ya había mostrado demasiado interés en esa conversación y volvió a bajar los ojos a la pantalla del móvil. Ser sutil nunca había sido su punto fuerte.

Por hacerte felizWhere stories live. Discover now