Sinesencia. La Bestia de Uroda

Prólogo - Monstruos tras el Espejo

No sabía cómo había llegado allí.

Corría por lo que parecía unos túneles subterráneos, alumbrados por antorchas enfrentadas en paralelo y dispuestas por las paredes. Quería salir de aquel lugar, pero por algún motivo algo le incitaba a seguir bajando. A medida que avanzaba, el túnel comenzaba a ensancharse, y llegó un punto en el que desembocó en una sala con una gran puerta blanca.

En cuanto dio dos pasos en el interior de la habitación, la puerta se abrió con lentitud. Se quedó inmóvil un par de segundos, pero volvió a emprender la marcha como si su cuerpo se moviera por sí solo.

Al atravesar la puerta, se encontró con unas escaleras de mármol que bajaban hasta una pequeña zona verde adornada por árboles, con un lago de aguas cristalinas y un par de columnas blancas derruidas. Más adelante, había una especie de trono hecho a partir de escombros. Se acercó a él, sin investigar mucho los alrededores del lugar, y se percató de que detrás había más escaleras de mármol que seguían bajando, hasta dar con una pared de cristal grisáceo.

Como no veía nada a través del cristal, decidió marcharse de allí, pero entonces apareció un punto rojo en frente suya. Dio un par de pasos hacia él y, con curiosidad, posó la palma de la mano sobre él.

Se obligó a retroceder después de escuchar un alarido acompañado por un par de golpes al cristal. Logró vislumbrar una garra metálica al otro lado, arañando la superficie cristalina, pero ni siquiera hizo un rasguño. Antes de que pudiera asimilar lo que estaba pasando, le sorprendió otra sacudida en la parte izquierda del espejo y volvió a escuchar otro grito desgarrador, uno que ninguna criatura de su mundo podría hacer.

A partir de entonces, fueron apareciendo más puntos rojos, más arañazos contra el cristal, más gritos...

Quería escapar de allí, pero el miedo se lo impedía.

Escuchó una risa a su espalda.

—Bienvenido a la familia.