Capítulo II - ¿Rosas Blancas o Rosas Rojas?

3 0 0
                                    

Frente a ella había un plato que simulaba una cara por medio de dos huevos fritos como ojos, una tira de bacon como una sonrisa y unas hojas de perejil como nariz. A pesar de que aquello parecía delicioso, no tenía ganas de probar bocado, en parte porque estaba rodeada de gente que conocía y no conocía en aquel comedor. Sus caras le resultaban familiares, pero era incapaz de recordar sus nombres. Pairel comprendió entonces que esa sensación de reconocer a alguien o algo, pero no reconocerlo en realidad, formaría parte de su vida a partir de ahora. Se dijo así misma que no le importaba, aunque realmente se sentía molesta y frustrada.

—Este era tu plato favorito —comentó una joven de sedoso y largo pelo morado, tan oscuro que parecía negro—. Siempre que nos quedábamos a dormir en un pueblo o una ciudad exigías al hostal que lo preparasen —sus ojos púrpuras miraban con alegría a Pairel.

—No lo dudo —replicó la chica con una sonrisa forzada—. Pero no sé, yo... — recorrió la mirada por todos los presentes.

—Sería mejor que os presentarais —sugirió Leo al prever las intenciones de Pairel—. Eso puede que le ayude a recordar.

—Vaya, esto se me hace muy raro —escuchó la melodiosa voz de la chica pelimorada mientras daba un paso al frente—. Yo soy Dextra, tengo diecisiete años y me encantan las flores, los libros y cocinar. Algún día tenemos que volver a preparar magdalenas de arándonos, nos salieron de vicio —añadió mientras guiñaba un ojo.

—Me encantaría —replicó Pairel con una sonrisa—. Aunque no me veo muy diestra en la cocina, si te soy sincera —Dextra no pudo aguantar la risa.

—Y no lo eres —el resto de los presentes se contagió de la risa de Dextra y Pairel enrojeció al momento —. Pero fue muy divertido. Estoy segura de que si lo repetimos acabarás recordándolo —dicho esto, volvió a dar un paso hacia atrás.

—Yo me llamo Deironne —la mirada de Pairel se centró ahora en un atractivo chico apoyado en una de las paredes. Era moreno y tenía el flequillo más largo que el resto de su pelo, por lo que uno de sus ojos esmeralda quedaba tapado, cuya punta estaba pintada del mismo color que sus ojos esmeraldas, de los cuales uno quedaba tapado—. Tengo diecinueve años y me gusta pintar en mi tiempo libre —parecía un poco avergonzado de aquella situación —. Te ayudaré en lo que pueda —el chico no sabía realmente qué más decir.

—Pues yo soy Tambli, aunque casi todos me llaman Tam —ahora el turno era de un chico de pelo alborotado y negro, casi azul, cubierto en parte un gorro de lana de un tono similar. Sus ojos grises miraban a Pairel con entusiasmo. Parecía el más emocionado de todos los presentes—. Tengo veinte años y me gusta la mecánica, las novelas donde prevalezca la justicia ante todo, dormir... ¡Ah! Nos conocimos el día de tu boda por poderes, yo venía en nombre del novio, pero...

—¡Eh, eh! ¡No abuses! —Tam fue cortado por una chica de ojos anaranjados adornados por unas gafas de montura negra. Con cada movimiento que hacía, sus largas coletas castañas se agitaban con timidez. A Pairel le llamó la atención su gracioso atuendo: un corto vestido amarillo y una pajarita a rayas de muchos colores—. Así la vas a sobrecargar —bromeó entre risas.

—Bueno... vale —dijo el chico mientras se llevaba una mano a la cabeza—. Ya hablaremos en otro momento —desvió la mirada hacia Pairel con una sonrisa.

—Yo soy Indila —continuó la chica de pajarita multicolor—. Tengo dieciocho años, me gusta patinar, hacer fotos a cualquier cosa y, como ves, soy miope —Dicho esto, esbozó una sonrisa y dejó hablar al siguiente, un chico de pelo azul, más definido que el de Tambli, con ojos a juego y un pájaro de un vivo color blanco sobre su hombro. Era mucho más bajo que el resto de los presentes.

Sinesencia. La Bestia de UrodaWhere stories live. Discover now