Duna

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Agoney podría jurar que, si le daban diez céntimos por cada botellín de Desperados que había abierto durante esa tarde, sería rico.

Duna, el famoso chiringuito de los viernes tarde, ese que estaba (demasiado) lejos, ese al que iba mucha (demasiada) gente.

Eran ilógicas las caminatas que se pegaba la gente del pueblo para ir, el chiringuito estaba en uno de los extremos de la playa, allí donde no llegaba ni el paseo marítimo y que, para poder acudir, tenías que caminar sí o sí sobre la arena. Incluso, había gente que se desplazaba desde otros pueblos en coche para acudir al evento semanal.

Estaba petadísimo y solamente eran las siete de la tarde. Agoney suspiró, cogió el dinero del chico que tenía delante suyo, sacó un botellín de Desperados de la cámara, lo abrió y se lo dio con una sonrisa.

No habían ni sillas ni mesas ni nada, solamente una plataforma de madera sobre la que la gente bailaba demasiado pegada para su gusto al son de cualquier canción que ponía el DJ.

Cerca de allí, estaban las dunas de la playa, repletas de adolescentes que ni de broma llegaban a los dieciocho años haciendo botellón. Otra gente, estaba sentada en corro cerca de la orilla de la playa.

No entendía la popularidad del lugar, era un chiringuito como otro cualquiera...Realmente, no lo entendía.

Su jefe ese día le había enviado allí, para trabajar por la tarde en lugar que por la noche y, se le preguntaban, lo prefería.

La enorme barra estaba llena de compañeros suyos que no daban de sí sirviendo bebidas, como si fueran máquinas. En un momento de descanso en el que nadie se acercó a pedirle, fue hacia la parte derecha de la barra, donde se encontraba Raoul con su amiga Mireya riendo sobre cualquier tontería.

-Qué calor...-se quejó Agoney.

-¿Quieres un trago?-Raoul le ofreció su Mojito.

-Por favor-contestó simplemente.

-La verdad es que agosto está pegando fuerte, eh...-añadió la rubia.

Cogió el coctel y bebió un largo trago directamente del vaso, ignorando la pajita.

-Si yo fuera vosotros no estaría aguantando esto-alargó su brazo para devolverle la bebida a su novio.

-Oh, venga...-rió Raoul achinando un poco demasiado los ojos a causa del alcohol-No se está tan mal...

Raoul bebió de su Mojito y Agoney sonrió. No, realmente él no aguantaría eso, quizás porque después de todo el verano trabajando en los chiringuitos estaba hartísimo.

De repente, sonó El Anillo y, como si de una obra maestra de la historia de la música se tratara, Raoul abrió muchísimo los ojos, ensanchando su sonrisa.

-¡MI CANCIÓN!-exclamó y le cogió la mano a su amiga, Agoney rió ante la efusividad de su novio.

-Vamos, amigo-Mireya le arrastró hacia la mitad de la pista improvisada y el canario se quedó mirándoles entretenido desde detrás de la barra.

La canción sonaba a todo volumen y Raoul tenía los ojos cerrados disfrutando de la canción. En ese momento, el rubio se prometió que no iba a beber más.

Agoney les miraba divertido, observando cada movimiento que hacían al son de la música.

-Perdona, dos Heineken, por favor-le pidió una chica y le sacó del trance.

-Voy.

Agoney abrió la cámara y sacó las dos pequeñas botellas, observando a Raoul de reojo.

Oasis • Duna • BahiaWhere stories live. Discover now