Bahía

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A Agoney, en verdad, no le disgustaba trabajar. A ver, seamos sinceros, no era la mejor cosa del mundo, se lo pasaba bastante mejor en su casa viendo cualquier serie chorra de Netflix o saliendo de fiesta con su amiga Mimi o enseñándole a tocar el piano a Raoul. Pero no estaba mal, se lo solía pasar bien y tenía la suerte de poder ver a muchas caras conocidas, al fin y al cabo era su pueblo y no todo era gente desconocida que estaba de vacaciones.

Pero su jefe era un experto en marear a su plantilla, casi cada día les mandaba a trabajar en un chiringuito diferente. Agoney, por lo general, solía tener bastante suerte y casi siempre le tocaba el turno por los chiringuitos centrales. Pero ese miércoles no tuvo tanta, le tocó trabajar en Bahía. Y no era que no le gustara, ese solía ser de sus sitios preferidos, era muchísimo menos conocido que los otros ya que estaba algo apartado de las zonas más populares y, por lo tanto, estaba mucho menos concurrido, era más familiar. El problema era que: era miércoles, esa semana se acababa agosto y, además, el tiempo no acompañaba, estaba nubladísimo, iba a llover. La zona estaba desierta, no había ni un alma por allí vagando, era normal, en un día así él tampoco habría salido de casa y todavía menos para ir a tomar algo fresquito a un chiringuito.

Hacía algo de fresco y, al estar a metros de la playa, la brisa marina y la humedad provocaban que la sensación de frío aumentara. Hasta él, que solía presumir de tener sangre caliente, tenía frío. Debería de haber cogido una chaqueta antes de salir de casa. Intentó acomodarse mejor en el taburete sobre el que estaba sentado (todo lo que te puedes acomodar en un taburete), apoyándose un poco en la mesa sobre la cual estaba la caja y los dispensadores de granizados.

La música que en Bahía solían poner era bastante ambiental, siempre que le tocaba trabajar allí ponía su USB de música indie. 1932 de La M.O.D.A estaba sonando, la melodía se entremezclaba con el silbido del aire y con el sonido que hacían las hojas de las palmeras al chocar entre ellas. Le gustaba esa canción pero, como estaba solo tras la barra, se dio el lujo de pasarla y Agujeros de Gusano de Izal comenzó a sonar por los pequeños altavoces (MUY pequeños comparados con los de Oasis o Duna). Le flipaba esa canción, era de sus favoritas del grupo, él y el rubio habían ido a un par de sus conciertos y, esa canción en concreto, le recordaba tantísimo a Raoul.

"Derrumbaste las barreras levantadas por desastres naturales que nacieron de quedarme con lo malo del recuerdo de fantasmas en los tiempos que faltabas.

Eres luz que va llenando cada espacio hueco que se va encontrando.
Eres luz que va despertándome con fonemas sordos de un lenguaje extraño."

Porque Raoul era eso, era luz, tirita, pilar, apoyo, revolución.

Se quedó mirando al horizonte, al mar. Había olas, muchísimas olas y muy grandes. Incluso a él, que era un fiel amante del agua, le daba algo de angustia mirarlo. El mar estaba agitadísimo, embravecido, indomable.

Sacó el móvil para ver si Raoul le había hablado. La última vez que había sabido algo de él era mientras estaba arreglándose antes de irse con sus padres y Álvaro de cena. Álvaro vivía en Madrid con su novia Mónica y, cada vez que podía escaparse de la empresa, iba al pueblo a visitar a su familia.

Tenía un WhatsApp de hacía 10 minutos. Eran las doce de la noche.

Raoul: Amor???💛 No sé nada de ti

Agoney: Hola💜

Agoney: Cómo va la cena??

Oasis • Duna • BahiaWhere stories live. Discover now