Capítulo 14

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Detalles de aquella noche era lo único que su cabeza reproducía sin parar, como un bucle infinito que se había repetido tantas veces que creía poder recordarlo todo de memoria. Una farola parpadeante en uno de los callejones, el sudor en el cuello de Alfred, el cartel del local apagado, su voz asegurándoles que estaría bien solo, la música de todas las noches, sus amigos gritándose entre ellos, el olor, el silencio, los gritos, los empujones, las llamas, el humo, Raoul. Todo ello repitiéndose una y otra vez, su cabeza condenándole con las mismas escenas dolorosas imposibles de apartar. Lo único de todo aquello que le mantenía en paz, eran los ojos color miel que veía antes de que sus recuerdos se fundieran a negro para empezar otra vez el bucle. Raoul. Había visto al catalán entrar en el local en llamas, había querido llamar su nombre, gritarlo, pero el humo ingerido se lo impedía. No había sido lo suficientemente fuerte para mantenerse consciente ni un segundo más aun habiendo querido con todas sus fuerzas abalanzarse sobre los labios del rubio, mostrándole sin las palabras que era incapaz de producir, todo lo que tenía atorado en el pecho desde hacía días. El reencuentro que Agoney se había imaginado de cientos de formas había resultado ser muy diferente.

Las imágenes volvieron a aparecer. No sabía exactamente lo que le estaba ocurriendo. Sabía que no se encontraba tan solo en un sueño porque podía sentir la claridad de la farola, el sudor helado, el contacto en los empujones, el calor de las llamas, el suave tacto de los dedos de Raoul en su piel. Una parte de sí entendía que aquello eran recuerdos formados por su cabeza mientras su cuerpo se encontraba casi inconsciente, pero otra parte lo veía como su cadena perpetua, a lo que estaba destinado después de la muerte.

No. Eso no.

Los ojos del catalán volvieron a calmar sus sentidos, dando paso, otra vez, al resto de acontecimientos. Habría visto aquello cientos de veces, sin noción de tiempo o espacio, como si fuera un espectador de su propia vida, incluso su mente ya se adelantaba a lo que iba a venir como algún tipo de calculadora humana. Y de repente, sin previo aviso, alguien había cogido la calculadora y la había estrellado contra el suelo haciéndola añicos. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por una melodía, que difería de la música que escuchaba dentro del local en sus recuerdos. Entonces se fue apagando todo. Las luces, las voces, las discusiones, los olores, los gritos, las llamas, incluso la figura de Raoul se vio interrumpida por una suave melodía que aún no había sido capaz de identificar.

- Álvaro, dime que le ha pasado. –preguntó de nuevo Raoul cada vez más alterado. El mayor suspiró.

- Tragó mucho humo, y el fuego le causó varias heridas, pero no creen que sea nada grave. Está bien, inconsciente, pero dicen que se recuperará.

- ¿Seguro?

- Segurísimo tete. –le confirmó Álvaro.

Por fin, después de horas, sentía que podía respirar con facilidad. Comprendió que el dolor oprimiendo su pecho no había sido causado por el humo si no por la preocupación por el moreno.

- Necesito verle. –pidió el catalán.

- Ahora necesitas descansar Raoul –se levantó del borde de la cama donde había estado sentado hasta ese momento. –Te prometo que en cuanto estés mejor de llevaré hasta él, pero ahora duerme. –le dio un beso en la frente y Raoul, aun siendo increíblemente testarudo le hizo caso, sabiendo que su cuerpo todavía no estaba recuperado del todo. Pronto cayó en los brazos de Morfeo, siendo observado por su hermano desde la lejanía que hablaba tranquilamente con Glenda.

- Ha preguntado por Ago. –le contó el mayor.

- Claro que ha preguntado por él, ¿Qué esperabas? –preguntó Glenda retóricamente. –Yo hubiera hecho lo mismo. –añadió, causando que el moreno conectara sus miradas con una pequeña sonrisa creciendo en los labios y su rostro tornándose color rojo. ¿Has hablado con Alfred? –preguntó para calmar la tensión.

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