Despertándose gruñones
—¿A quién le toca hacer el desayuno hoy? —pregunta Kagami, con su estómago retorciendose del hambre.
—A ti, ya sabes que a mi se me quema hasta el agua —ronronea Aomine, acurrucándose contra la espalda de su novio y besándole el hombro—, Quiero huevos revueltos y tocino.
—Siempre debo ir yo. —Se queja el pelirrojo—, Esperaba que hicieras algo por mi, aunque sea una vez. —Se da la vuelta y mira a Aomine fijamente. Su novio trata de mantener los ojos abiertos, pero Kagami sabe que va a quedarse dormido pronto—, Despierta, idiota, te estoy hablando.
—Déjame dormir —arruga el ceño, y abraza a Kagami contra su pecho.
—¡No! Despierta ahora y ve a hacer el desayuno, me estoy muriendo de hambre. —Le da un empujón y Aomine lo suelta.
—Lo haré mañana —Habla gruñón, y se voltea, dándole la espalda.
Kagami exhala un suspiro, y empieza a pellizcar el trasero de Aomine. Suave, un poco brusco, demasiado brusco, y hasta casi arrancarle un pedazo.
Aomine se enoja aún más.
—Litaralmente, eres una molestia en el trasero —regaña, y Kagami sonríe—. Te pudrirás en el infierno, porque no dejarme dormir es crueldad.
—¿Acaso yo me quejo cuando son las tres de la mañana y alguien se pone muy cariñoso? —Alza una ceja y Aomine se queda em silencio, para después voltearse a mirar.
—Te quejas siempre. Al inicio, en medio de ello y al terminar, aunque al principio te quejas del sueño, después de que te gusta mucho y lo quieres más rápido y después de que te duele la espalda. —Lo mira de forma coqueta, con ojos lagañosas y adormilados.
Kagami lo observa, y de un empujón, lo hace caer de la cama.
—Quiero seis huevos, diez rebanadas de pan tostado y jugo de naranja —dice demandante, y Aomine grita, acostado en el suelo. Con frío y adolorido.
Obviamente Aomine se queda dormido en el piso, y Kagami le pone una manta encima, para después irse a preparar el desayuno.
