Capítulo 1

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Que un niño manchara sus manos de sangre era un mal presagio para los Omegas en donde yo vivía. Aseguraban que la maldad emanaba de la sangre derramada y podía contagiarse mediante cualquier contacto.

Zajas, la provincia en la que crecí, era de los pocos lugares en donde sólo habitaban Omegas (en el caso de que un niño naciera Alfa, cuando alcanzaba una edad suficiente, se marchaba.) . Y era conocida por sus conservadoras costumbres y formas de vida, además de sus descabelladas creencias ancestrales.  (A veces los Omegas tendían a ser muy supersticiosos). Por lo que no era una sorpresa el rechazo total hacia los Alfas y Omegas del norte del país, quienes se habían desligado de las tradiciones que ellos sagradamente preservaban. Por esa misma razón, Zajas se había excluido del resto de las provincias para no iniciar discusiones políticas. Las cuales de todas formas ya habían dado paso a una guerra fría entre el norte y el sur.

Incluso había oído a comerciantes extranjeros que venían llamarnos "locos". Hablar sobre quién debía gobernar el país era un tema muy delicado que amenazaba con una cruenta guerra. La cuestión para los del sur era: ¿Por qué sería una raza tan noble dominada por unos bárbaros? Al menos, eso era lo que había escuchado decir a los jefes del pueblo en las reuniones mensuales. La decisión acerca de qué partido, liberales o conservadores, debía tener el control del país había quedado en pausa, y el actual gobierno había tomado ventaja de aquello.

Al resaltar constantemente su superioridad sobre los 'barbaros' del norte, los Omegas de Zajas luchaban por erradicar el mínimo detalle que probara lo contrario y los dejara en ridículo. El orgullo de los conservadores era como una jarra de porcelana.

Aquello llevó a la ciudad a un estado de perfeccionismo en sobrecarga. Y la más rápida solución parecía ser eliminar todo aquello que amenazaba con interrumpir aquella armonía. Fue eso lo que hicieron con mi padre, y lo que hicieron conmigo.

En Zajas había un niño llamado Tomas, el cual todos los demás odiábamos. Solía molestar a mis hermanas constantemente al igual que a cualquiera de menor tamaño. El jefe de los ancianos que me juzgaron, había dicho que fue mi instinto animal lo que me había poseído durante el altercado. Sin embargo; yo estuve consiente en todo momento y recuerdo bien lo que sentí: rabia pura que me llevó a levantar aquella piedra y arrojársela al agresor de mi pequeño Tala, el perro que mi padre me había dejado antes de marcharse. El can yacía inmóvil en el piso, tieso como los troncos de los árboles de los alrededores. Mis lágrimas no tardaron en salir y sin importarme que aquel niño Alfa ya no sintiera mis golpes hice de ambas manos puños y lo asalté. Al igual que el cuerpo sin vida de Tomás; que hace unos instantes gozaba de sus perversidades, yo sentía que nada podía devolverme mi tranquilidad.

Mi castigo fue justo, fui esterilizado en el centro médico sin anestesia. Habían lamentado la perdida de aquel niño durante días. Pero ¿Quién le devolvería la vida a Tala? Fue ahí cuando me di cuenta de que había vidas que valían más que otras. Y que mi lugar como Omega estaba por debajo de los Alfas.

Y si así era, me preguntaba qué era lo que lo determina.

Mis acciones habían sido decretadas imperdonables, el jefe de los ancianos sentenció mi destierro. Jamás había sentido tanta vergüenza; sin embargo, no me sentí solo, pues en todo el camino sentía el recuerdo de mi padre de pie a un lado y al otro, a Tomás reprendiéndome por haberlo matado.

****

Tiempo después, llegué a una casa de Omegas en una ciudad muy cercana a la capital. Al enterarse el dueño de mi esterilización se compadeció de mi situación; sin embargo, me animó asegurando que con mi belleza iba a ser suficiente para sustentarme por muchos años. El hombre que desconocía el resto de mi historia, pensó que lloraba por aquello y me hizo su protegido. Pero todas mis penas estaban puestas en mi madre, en el pobre de Tala y en mi desgracia como para preocuparme de encontrar un Alfa que me quisiera aun estando defectuoso.

Cuando cumplí los veinte ya había tenido experiencias con algunos Alfas, mas ninguno me reclamaba al no verse atraído por mi olor, el cual era casi imperceptible a causa de la cirugía a la que me habían sometido años atrás. Mi belleza era mi único sustento, y a pesar de nunca llegar a entablar lazos con algún Alfa, seguía despertando celos en el resto de los Omegas.

Aquella noche, fui informado que Marcus quería hablar conmigo apenas regresará de su viaje. El aviso fue dado por un Omega de la servidumbre, el cual era estéril al igual que yo; sin embargo, no había tenido suerte y, al envejecer y perder la belleza, se había resignado a no encontrar pareja alguna. Era por eso que yo trataba siempre de evitarlo a toda costa, a pesar de siempre mostrarse amable conmigo, porque era un recordatorio constante de lo que podía sucederme. Era verdad que la sociedad había cambiado, pero el deseo de encontrar pareja seguía encabezando la lista de preocupaciones de un Omega.

— ¿Por qué no puedo ser tu Omega?, —Le había preguntado una vez a Bucky, el Alfa que solía frecuentarme cada vez que venía a la ciudad. Ambos estábamos recostados en una amplia cama que formaba parte del conjunto de muebles de la habitación. Siempre rentaba una para nosotros cuando se quedaba por largo tiempo en la ciudad.

— Mi vida es muy complicada ahora, —se limitó a contestar.

— ¿Es por los problemas con Industrias Stark?

Bucky me había contado, cuando sintió que podía confiar en mí, que el sustento de su compañía dependía de muchos factores, y uno de esos era mantener buenas relaciones con aquella compañía. Al saber que eso era un impedimento para que me tomará, aborrecí a aquella firma por mantenerlo lejos de mí.

— Marcus va a echarme si mi belleza se acaba. — susurré preocupado.

Bucky soltó una suave risa y yo me mostré enojado ante su indiferencia. Sin embargo; me agradó lo que finalmente dijo:

— Para eso falta demasiado tiempo, — besó mi frente — Tu belleza es incomparable a la de cualquier Omega.

Descompuesto STONYحيث تعيش القصص. اكتشف الآن