Capítulo 23

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Aunque a veces la vida nos ponía advertencias, no siempre las veíamos. Era algo que le podía suceder a cualquiera; incluso a alguien tan listo como Tony. Había tenido a su enemigo frente a sus ojos y no puso darse cuenta. Los recuerdos y el aprecio que le tenía le habían cegado; Obadiah había sido como un padre para él. No como el Omega paternal afectuoso, sino como el Alfa ejemplar; la figura que cualquier pequeño necesitaba para desarrollarse como uno y adaptarse, según su naturaleza, al mundo exterior. Un padre que siempre se preocupaba por su bienestar, o al menos, pretendía hacerlo.

Sin embargo; aunque mi Alfa estaba muy herido, supo dejar la afección y el apego de lado y no dudó en poner a todo el equipo a trabajar en una investigación contra Obadiah, en la cual se había descubierto muchos robos a la empresa y también contratos ilegales para seguir suministrando de armas a Hydra aún cuando había dejado muy clara su posición de no querer hacerlo más.

Pero  a pesar de todo empeño, no se encontró rastro ni señal del susodicho. Era como si se lo hubiese tragado la tierra. Y pronto Tony empezó a desesperar. Yo odiaba verlo de aquella forma y maldije a Obadiah por haberle causado tanto daño. No había nada que le doliera más que la traición de los que apreciaba.

Ahora me encontraba sentado en el diván de su habitación con el alba a punto de llegar. Leía los últimos capítulos del libro que hace poco había iniciado y de vez en cuando le observaba dormir. Parecía que el sueño era el mejor remedio para él: al menos sus preocupaciones estaban lejos en el estado de inconsciencia. Yo en cambio, durante toda la noche no había pegado un ojo. Había sido decisión mía tras haber llegado a la determinación de descubrir, antes de que sea demasiado tarde, la identidad del autor de aquellos escalofriantes mensajes que llegaban a través de flores.

Así que me la pasé vigilante, observando cada cierto tiempo la ventana. No sabía que haría una vez lo tuviera en frente. ¿Y si era peligroso? Muchas veces me pregunté si era imprudente lo que estaba haciendo, o aún peor, si estaba poniendo en peligro la vida de mi Alfa. Sin embargo; por ahora no lo sabría, pues llevaba noches seguidas haciendo lo mismo y no se había aparecido en ninguna ocasión. Y al parecer, tampoco lo haría ahora. Como si pudiese adivinar mis intenciones.

Frustrado dejé el libro en el estante y cuando pensaba volver a la cama, descubrí a mi Alfa inquieto abrazarse a  una almohada. Arrugaba la frente y bajo sus párpados sus orbes se movían con terror; transpiraba y entre sobresaltos, pude sentir su corazón latir más a prisa que el mío; el cual pronto alcanzó su ritmo debido a nuestro lazo.

Inmediatamente, me senté al bordé de la cama e intenté despertarlo. Estaba teniendo una pesadilla. Le llamé preocupado. Entonces, abrió los ojos incorporándose de golpe y posó su mirada sobre la mía. Aquella mirada  transmitía demasiadas emociones, y entre ellas, el miedo.

Al verme, su rostro se relajó poco a poco, el ritmo de su respiración también. «Estoy aquí» pensé, mas ninguna palabra salió de mis labios. Me atrajo hacía él y me abrazó, su barbilla reposando en mi hombro y su nariz inclinada hacia mi cuello. Con una mano enredé mis dedos en sus cabellos y con la otra acaricié suavemente su espalda, besé su oreja y se separó de mí.

— Ya no sé en quién más confiar, — me susurró  por fin sus temores — Tú eres lo más puro que tengo.

Aquella revelación me dejó un vacío en el alma. Estaba mostrándose vulnerable conmigo, Tony jamás hacia eso. Siempre procuraba ser fuerte, quería que como Omega me sintiera protegido. Ahora me había dicho que confiaba plenamente en mí y yo no había dicho nada.

Tomó mi silencio como si hubiese sido demasiado; retractándose tal vez de aquella confesión, temiendo por un segundo haberse equivocado, sin embargo, me besó para confirmarse que yo era real y eternamente fiel a él.

Descompuesto STONYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora