8/09/2018 9:30

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   450 Serra Mall, Stanford, CA 94305, EE. UU. 

 Amparo, una joven de 19 años. Española, de Valencia. Tiene su media melena, ya un poco más larga, pronto ya dejara de llamarse media melena, recogida en una coleta alta, así dejando algún que otro mechón en su cuello. Tiene su mirada, también castaña, perdida entre tanto papeleo que lleva en sus manos a parte de estar cargada con una mochila llena de todos sus libros.

Al lado de Amparo esta Lucía, una de las mejores amigas de Amparo. Un año más mayor que ella, 20 años. Tiene el pelo rubio, un rubio dorado, mas bien un color amarillo plátano, sin ningún reflejo, parece que Lucía, antes de salir de casa, se haya pasado una capa de esmalte de esos que en cinco minutos se vuelve de color mate. Su pelo es liso, Amparo también tiene el pelo liso, pero con unas pequeñas ondulaciones que a veces aparecen en días de lluvia, pero Lucía tiene el pelo liso permanente, siempre esta liso, da igual que se lo rice, siempre estará liso. Los ojos de Lucía son de un azul mar que embobaría a cualquier chico que se le pusiese por delante, sin embargo, tiene los ojos tan pequeños que la gente es incapaz de diferenciar de que color son.

Al otro lado de Amparo, esta Álvaro ayudando a Amparo con todos sus papeles de documentación para poder ir a su primer día en la universidad. Álvaro tiene el pelo cortado en un leve tupe moreno con un gracioso mechón tonto que no se ha querido incorporar con el pelo gracias a la gomina. Sus ojos de un color tan claro, que Amparo siempre pensó que eran de color azul hasta el día en el que se acerco lo suficiente para besarlo por primera vez se dio cuenta que sus ojos eran de color marrón clarito...

- ¿Donde estará María? - pregunta Lucía mientras saca de su bolso rosa brillante su teléfono móvil.

Amparo aparta la mirada de todo el papeleo, justo a tiempo de comerse una señal de stop, y mira a Lucía. Amparo conoce como son los padres de María. Seguro que ya esta en la universidad y seguro que ya ha entrado y se ha instalado o algo así.

- No lo se Lucía - comenta mientras vuelve a fijarse en todo su papeleo.

- Voy a enviarle un mensaje - informa Lucía, que ya lleva más de unos diez minutos con el teléfono.

Álvaro mira a Amparo, mira a ella y a todos los papeles que lleva en su mano.

- Oye, ¿llevas ahí lo mío también? - pregunta el moreno con desgana y despreocupación.

- Si, hijo mío... - suspira Amparo - Tengo toda tu documentación... empiezas bien la universidad...

Álvaro ríe con una risa floja, como un suspiro. Pero lo suficientemente fuerte como para que su pareja lo oiga.

- No te rías. Entrar en una universidad tan importante es mucha responsabilidad para tres adolescentes de 20 años. Son muchas asignaturas... muchos libros... muchas notas... muchas cosas a la vez.

- Si... muchas cosas a la vez... - dice en tono burlón - Lo que va a ser complicado es llevar tantas fiestas y la resaca de al día siguiente, con las clases...

Amparo y Lucía miran con mirada asesina a Álvaro.

- Es broma...

Amparo a concienciado a Álvaro de que ese año debe olvidarse por completo de las fiestas. Si que puede salir... pero si o si debe volver a la universidad a las 12 como máximo. Por Dios, que están en la universidad, que deben de madurar y dejar de hacerse el chulito delante de sus amigotes viendo a ver quien es el que más cerveza beben.

Después de 20 minutos de caminata, llegan a la famosa de Stanford. Un recinto enorme, cerrado por protección, y que seguro que detrás de esos muros hay miles de metros de campos de baseball, que seguro que ha María se ha enamorado de ellos.

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