Una familia

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Naruto no dejaba de pensar en lo ocurrido en la cena con Hinata y en las revelaciones de aquella noche. Cerró su puño por la impotencia que sentía en ese momento. No es que odiara a Hinata, ni mucho menos. El amor que sentía por ella era tal que le hacía imposible sentir algo negativo por ella. Pero le pareció tremendamente egoísta el que se guardara durante tres años para ella misma algo tan importante como la existencia de un hijo.

No la culpaba por ello, evidentemente. Él le había hecho mucho daño, aunque fuese de forma inconsciente e involuntaria, y no dejaba de culparse por ello. Y el hecho de portarse como un energúmeno cuando Hinata decidió confiarle el secreto que suponía la existencia de Boruto no jugaba a su favor. Otro error que añadir a la lista. Pero que ella decidiera por él cuál era su felicidad era algo que le sentó bastante mal porque le daba a entender que ella creía que nunca fue feliz con ella. Y nada más lejos de la realidad.

Con todo, Naruto sintió la necesidad de formar parte de la vida de su hijo cuando supo de su existencia. Nunca pensó que desearía tanto algo que no sabía que necesitaba. Sí, en su momento llegó a hablar con Hinata de compartir toda su vida juntos, incluso llegaron a hablar de hijos. Él confesó que le gustaría tener una hija, que se llamara Himawari, como las flores, con el pretexto de que ella era el sol que iluminaba su oscuridad y que una hija sería la flor que saldría de su amor. Ella le dijo que le gustaría tener un hijo, y que le gustaría que su nombre se pareciera al de él, debido al inmenso amor que sentía por Naruto. Ambos acordaron que, si tenían un niño, se llamaría Boruto.

Pero el tiempo jugaba en su contra. Ya había pasado una semana desde la cena con Hinata y aún no había decidido una fecha para el encuentro familiar y aún no se había puesto en contacto con ella para ver al niño. Y es por ello que en ese momento se encontraba con Sakura y su madre abroncándole por ello.

— ¡¿Pero se puede saber a qué estás esperando?! – gritó exasperada Sakura ante la tozudez de su mejor amigo.

— Nos despreciaste y nos echaste un sermón hace años por separaros, ¿y ahora no quieres afrontar el encuentro con Hinata y vuestro hijo? ¿No te das cuenta de lo irónico de la situación? – dijo Kushina, que estaba decepcionada con la actitud que mostraba Naruto.

— Es que... no es algo fácil, ¿sabes? Es un hijo, es una responsabilidad más en mi vida. – dijo Naruto, disertando sobre la existencia de su hijo. — Esto supone un gran cambio en mi vida y en mis planes para reconquistar a Hinata. Ahora voy a tener que dejar eso a un lado para ejercer de padre, y yo no tengo una figura paterna de referencia.

Kushina iba a protestar, pero Naruto levantó la mano indicándole que no era necesario que dijera nada.

— Mamá, a papá le queda mucho por cambiar para que lo reconozca como una figura paterna decente. – dijo Naruto, con la mirada gacha. No lo reconocería ni con una amenazaran de muerte de por medio, pero le dolía el hablarle a su madre de esa forma sobre Minato. No por su padre, aún le guardaba rencor. Sobre todo, por ella. A Kushina le dolía que Naruto pensara así sobre su progenitor, y eso era algo que se notaba en su rostro cada vez que Naruto hablaba sobre él.

Se hizo el silencio en la oficina en ese instante, se estaba viviendo un momento bastante incómodo para los allí presentes. Sabían que Naruto aún se tensaba cada vez que se hablaba de Minato. Sakura fue quien decidió romper la incomodidad y el silencio reinante.

— En cuanto a volver con Hinata... Igual es una oportunidad para ti.

Naruto se quedó reflexionando sobre la frase de Sakura. No veía la relación que podía tener una buena relación con su hijo con recuperar el corazón de Hinata.

— Podrás acceder a Hinata ganándote a tu hijo, aunque igual es una tarea difícil.

— Vamos, es mi hijo, no creo que cueste tanto, ¿verdad? – dijo Naruto, con cierta soberbia.

Un lazo eternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora